No sabía que es sumando las incomprensiones
como se ama verdaderamente.
-Clarice Lispector
Es extraño, hoy es el cumpleaños de mi Arnold personal, ni
me di cuenta y lo rememoré. Me acordé porque por el cable están pasado el paciente
inglés y me recuerda mi adolescencia, cuando quería ver películas largas y con “sentido”.
A veces extraño a esa persona que buscaba
filosofía en la cotidianidad (la mayoría
ahora considerada barata).
La Victoria de algún instante vería esa remembranza como una señal y le sonreiría al cielo y diría
quizá un día nos encontremos, y esto es la espera, y si no, pues la vida ya me traerá
“cosas” bellas… con ese optimismo desmedido de una mente joven que lee a Paulo
Coelho y se maravilla con paisajes desérticos con tonalidades cobres.
No puedo evitar sonreír, una sonrisa suave, mientras el
cansancio hace que mis parpados pesen suavemente, y no rememoro nada que haya
sucedido, porque con “mi Arnold” a veces fuimos amigos, pero nunca hubo una
muestra de cariño que rememorar, o quizá sí, pero en este instante no importa,
porque lo que importa es esa sonrisa suave y la sensación de liviandad, como si
estuviera frente al mar en un día cálido y algo nublado, con la belleza del infinito
en frente.
Quizá en esa época amé las incomprensiones, el chico alto y
flaco que nunca conocí y mucho menos comprendí, los libros que no tenía a mi
alcance, el arte que ni siquiera podía buscar en la red mundial (mejor conocido
como Internet), la historia, mi madre, la vida que esperaba expectante se
revelara y a Dios.
(supongo que todo sigue siendo incomprensible).
(Felicidad clandestina)
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