Intento de ver el vaso medio lleno

.

Hace un par de meses tuve una mala tarde, fue un darme cuenta de los hechos que iban en contra de mis propias ilusiones, actúe, actúe a estar en un día común, donde semejante revelación no se había hecho presente.

Pero cuando venía camino a casa y me quede yo sola en la micro -estrictamente con docenas de personas- me deprimí, por algún azar del destino y quizá la misericordia de Dios, único ente que sabe de ese acontecimiento desilusionador, me senté, así es, fui de las afortunadas que a la hora pico se pudo sentar en un bus repleto del transantiago. Mire un buen rato por la ventana, sólo sintiendo la pena, a mitad del camino comencé a hablar con Dios -que para los incrédulos sería el equivalente a hablar con uno mismo con múltiples personalidades- y le dije, y mí también, que sólo me permitiría estar triste hasta que llegará a mi casa, así que ese era el momento de sentir la pena y desilusión, luego agarraría fuerzas y seguiría con mi vida, con la frente en algo y cultivando la capacidad para reírme de mi misma y de la mayoría de los acontecimientos.

Creo que resulto, el hecho que rompió una ilusión aquella tarde lo guardé bajo siete llaves, más por el bien común, que por actuar que no había sucedido, y me lo tome con pasividad, la frente en alto y con la certeza que todo pasa, que cada hecho tiene un motivo, viendo el vaso medio lleno.

Supongo que ahora debo hacer algo parecido, permitirme estar triste y luego seguir con mi vida, viéndole el lado gracioso a lo que más pueda; Pero en esta ocasión no sé muy bien a raíz de qué es la pena, quizá es la suma de varios sucesos que han quedado sin ser zanjados por completo y están haciendo estragos en mi alma que se debilita con la proximidad del verano.

Voy a permitirme estar triste hoy, sólo hoy, luego analizaré los hechos, agarraré fuerza y coraje, zanjaré algunos sucesos y me tomaré el resto con la frente en alto y volveré a cultivar la capacidad para reírme.

Lo sé, mi salud mental es medianamente dudosa, eso lo acepte hace rato y he aprendido a vivir con ello.

Me hace bien escribir, efecto catarsis, aún más acá, ordena un poco mis ideas, mis recuerdos.

Paciencia… Gran virtud


Vaso medio vacío

.

Han sido poco gratos los últimos días, más bien por mi posición ante el mundo que por los hechos; Tengo ganas de tirarme en el pasto, mirar el cielo y esperar que mi alma alcance mi cuerpo…

Es raro como la tristeza invade el organismo, sin mayor motivo, aprovechando una grieta en la armadura, ingresa, se anida y comienza a crecer, tal cual bacteria, a una velocidad impresionante… Al parecer el alma (o lo que queda de ella) se defiende, de una forma extraña, donde el enojo la hace de salvavidas o quizás de hasta instrumento nocivo.

Es impresionante el poder de la perspectiva, como a veces los mismos hechos o situaciones causan estragos y otras sólo se viven, con pasividad y la frente en alto.

Una alucinación proyectada ...

.

A veces sueño con hacer clases en las cárceles, me proyecto en una aula ante una treintena de convictos que no están muy contentos de estar hay, aún menos convencidos, algunos bromean, otros me observan esperando a que les explique qué rayos hacen hay, que les de una explicación del tiempo perdido.

Entonces, yo misma me pregunto las mismas interrogantes, me y les repito, en mis alucinaciones, discursos redichos sobre la importancia de la educación y luego, ante el poco convencimiento de mis inventados alumnos, les saco en cara mi esfuerzo, los años que invertí para lograr estar ahí, para que ellos adquirieran lar herramientas para que al salir de ahí enfrentaran la vida de una forma honesta, para que no le causaran más dolor a la gente que los ama, para que se ganaran el pan, y más que eso que lo disfrutaran, porque realmente es de ellos, porque se lo ganaron y cada bocado sabe mejor. Mi mente divaga entre discursos filosóficos que a ratos son exagerados y a ratos retadores.

Entonces, ante un ataque de soberbia les digo que nadie los obliga a estar ahí, que se pueden ir, algunos se van y uno, que aún sigue sentado, me mira y pregunta: “¿Usted qué hace aquí? ¿Qué la llevo a perder tantos años en lograr esto? ¿Qué gana?” Mi mente se estanca, me cuesta responder, primero digo que no sé, luego pienso que es mala respuesta, la borro de mis fantasías, espero, miro al cielo y a lo honesto ¿Será que tengo tan poco que busco ser buena para tener algún valor? Sigo pensando, no rechazo por completo la teoría, entonces una respuesta llega mi alucinación: “Lo hago porque no me gusta que me asalte, no me gusta que asalten a mi madre, detesto escuchar disparos entre las casas, detesto ver niños delincuentes, detesto ser victima… Pienso que la forma de erradicar a los que cometen delitos no es encerrándolos, agrupándolos en algunos puntos, eso es sólo un parche, un tapar lo que no se quiere ver, es someter, encasillar, hacer que la cadena siga; La solución no está ahí, mas bien está en prestar atención al génesis, en cómo nacen estas conductas y para mí la educación, el estar aquí, el aprender, el educarse puede cambiar muchas cosas, mejorarlas, es justamente aquí donde pueden crearse un fututo mejor, para ustedes y para sus hijos. Es aquí donde podemos ampliar el horizonte, las posibilidades...”

Sigo pensando, quizá la única diferencia entre un llamado “antisocial” y yo, es el lugar dónde nacimos, un simple factor geográfico, un simple factor fortuito.