El 22 de Diciembre del 2004 me enteré de mis resultados de
la PSU, y supe que podía entrar en alguna universidad del consejo de rectores;
Por eso decidí que ese día sería especial: Cada uno de los 22 debería ser de buena
suerte: Así lo dictaminé a mis 18 años. Y es que ese día supe que podía dar el
primer paso de un sueño que poseía desde que tenía conciencia (y eso, determina
algún proverbio, es la mitad del camino).
Pero seguido se me olvida fijarme en los 22 y aun cuando
parecen ser días cualquieras, a veces esa certeza que me invadió ese lejano día
del 2004, me golpea, así nada más como
cuando un pájaro te “defeca” en el hombro, o como cuándo un niño pequeño, sin
previo aviso y sin lógica aparente te “asusta” en la calle, y recuerdo que los
22 “deben ser de buena suerte”, como cuando ese chico, intento de poeta me pidió
pololeo; Era Jueves y 22 ¿Qué mejor combinación? (Me gustan los jueves porque
cuando era chica daban los archivos secretos x ese día) (aunque lo del pololeo
no terminó bien y a ratos amenaza con terminar peor).
En fin, hoy es 22, y hoy fui al doctor, después de haberme
levantado muy temprano para poder bañarme antes del corte de agua y asegurarme
de no quedarme a medio bañar; Y luego de una serie de sucesos algo fastidiosos
en el camino, llego a la consulta repitiéndome; “hoy es 22, así que mantén la
calma y piensa que hoy, justamente hoy, tienes buena suerte, así que al diablo
lo que ha sucedido en el trayecto y la madrugada; Ahora es tiempo de las buenas
noticias”. Y así como un mantra, y es que las repeticiones tienen un no sé qué
que hipnotizan y otorgan “algo” de paz.
Pero en realidad en el doctor no me fue muy bien, aunque
debo aclarar que el doctor en realidad es un ella, y me agrada, es joven, quizá
tiene un par de años más que yo y me logro visualizar con ella tomándome una michelada
en Plaza Ñuñoa hablando de cualquier cosa que no sean enfermedades, como dos
amigas que conversan y determina si es guapo o no el mozo y después se dedican
a “arreglar” el mundo -Lo que hace un poco más “ameno” estar en la consulta-.
Pero este 22 a eso de las 11.30 de la mañana no parecía un día
muy auspicioso, menos de “buena suerte”. El asunto es que del centro medico
salí dejando la quinta parte de mi sueldo en esas instalaciones, con un poquito
de sangre menos, con una sensación de incomodidad enorme que me provocó la
consulta y otros exámenes; y además con unas inmensas ganas de llorar.
Y mientras caminaba, y ya se me había olvidado que era 22,
intentaba pensar como los budistas, vive el presente, no desees, “suelta”…
¡Maldición! ¡Maldición! Y yo que en tiempos de vacas flacas, de nubes negras y
todo ese cachureo, me decía: “bueno Clo, alías Victoria, al menos estas sana y
ese es un tesoro enorme, puedes dar la
lucha…”
Y me aguantaba las ganas de llorar, e intentaba pensar que
tenía que pasar el resto del día “creando material” y trataba de pensar en conos
y cilindros y que utilidad tiene aprender de esos cuerpos redondos… ¿Qué mierda
voy a crear?
Y bueno, ahora cuando se acaba el día, y lo observo, porque
después sí sucedieron buenas experiencias, y me vuelvo a acordar de la
connotación que le di a los 22, recuerdo que esa vez -en el 2004- con esa PSU entre a estudiar castellano,
después me salí y fue un tiempo difícil,
pero igual terminé siendo profe (pero de mate), porque lo perseguí y algo de suerte tuve -quizá harta- (que Dios me dio supongo).
Y bueno en base a “esto” no concluyo mucho, quizá repetirme
ese “cliché”, que en este minuto simplemente no logro observar el cuadro
completo, y que con el tiempo tal vez conciba todo mejor.
Y repetirme que debo dejar afuera al rencor de todo esto, si
es que puedo.
(Aunque como dice Yoda: Hazlo o no lo hagas, pero no lo
intentes)
Y tener paciencia y vivir el ahora, porque aún no está todo
dicho, hay que esperar.