¿Quién es más feliz?

A veces me desespera la idea que algo pase, el silencio, la quietud.

Cuando estoy mucho tiempo en mi casa comienza el proceso de la locura; las carencias me golpean el rostro y ese hoyo que tengo en el pecho se hace presente.

Creo que por eso no duro mucho de vacaciones, huyo, me escapo donde sea, a veces al mar, al campo, donde tías que sólo veo en verano y donde me aburro; Leo, leo, leo mucho, me devoro muchos libros en esos veranos de ocio, de escape.

Me pregunto sobre los fantasmas de otros seres, yo sé cuáles son los míos, a veces los nombro como “soledad”, a veces son más que eso, o no tienen nada que ver con esa palabra; un nudo en el tórax; sueños insistentes que rondan mi mente, que al verlos incumplidos se vuelven un castigo.

He leído tanta cosa pesimista, tanto que el mundo es una mierda, tanto que todo se va a acabar…

A veces observo a las personas, las interrogo de una forma sutil y a veces descarada. Llego a la conclusión que todos tienen fantasmas, a algunos se les nota más que a otros; Lo disfrazan mejor, o quizá no lo llevan tan en la espalda, pero igual los poseen, basta a veces con una palabra para que este fantasma se agigante, se fortifique y sea más notable.

Creo que todos tiene una forma de luchar con sus fantasmas; eso fantasmas que andan alrededor esperando un silencio para susurrar al oído algo que no se quiere oír…

También pienso en eso

¿Es más feliz alguien rubio o moreno?

¿Alguien que va mucho a fiestas o quien va mucho al cine?

¿Es más feliz quien come carne o quien gusta de los vegetales?

¿Es más feliz quien hace deporte o quien duerme hasta medio día?

¿Es más feliz quien besa en cada fiesta o quien sólo besa cuando se enamora?

¿Es más feliz quien tiene sexo o quien hace sólo el amor?

¿Es más feliz el que prefiere el morado o quien prefiere el verde?

A veces me enamoro de los fantasmas, como que nacen de los prejuicios, los propios y los de otros, en cierta son nuestros hijos, esos que nacen de la no aceptación, del creer que la situación del otro es mejor; del creer que el vecino con su mercedes se la está pasado mejor que el del cacharrito y ahí vamos deseando el mercedes, sin darnos cuenta que el cacharrito cumple la misma función, que a cambio de no ser tan TOP consume poco combustible y contamina menos. Y ahí va el fantasma susurrando al oído que no eres capaz de tener un mercedes…

Entupido ¿No?

Mujer...

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Hace como un mes leí un artículo de fenocidio, no recuerdo las estadísticas, recuerdo las historias.

Hace tres días Leonor llego a mi casa con el miedo en la cara, yo estaba con una compañera hablando de trivialidades, perdiendo el tiempo en historias ya contadas.

Leonor me contó que había discutido con su conviviente, este en un acto cobarde y horrible había agarrado un cuchillo. Me mostró sus brazos con lesiones, pruebas de su intento de sobre vivencia, de un acto reflejo para protegerse la cara.

No supe bien que hacer, fantasmas de una época ya pasada volvieron, el cuerpo me comenzó a temblar, me quede en silencio un instante, le dije que por ningún motivo debía sentirse culpable, que nada en absoluto justificaba aquella agresión, que por ningún motivo podía volver con él; había pasado la barrera, el límite del respeto físico, no había vuelta atrás, así es la vida, iba a costar, pero con el tiempo se curan las heridas, ya vendrían nuevos amores.

Se quedo en mi casa, con la idea de comenzar otra vida, sin él.

Hoy ya no llegó a mi casa, se quedo con él, tengo rabia, de esa rabia que produce ulceras, de esa rabia que no puedo gritar porque es secreto, creo que por eso recurro a este espacio, bajo un nombre que ella jamás usa, sabiendo que muy pocos saben de este lugar.

No entiendo, tengo miedo que ella sea una más de las cifras que llenan las estadísticas del fenocidio en América Latina.

No entiendo.

Un algo oculto...


I

Imagine una isla, excelente clima, tierra fértil, aguas tranquilas donde tomar largos baños, un río de agua dulce, una laguna al interior; simplemente el paraíso.

Pero además de todas estas cualidades paradisíacas, la isla tiene algo muy especial, en este lugar sólo viven mujeres ¿Raro? Sí, es muy raro, y más raro aún si se toma en cuenta que estas bellas mujeres con tostada piel no tienen ni la menor idea que existen los hombres.

Sus vidas son distinta a el resto del mundo, saben que existe el universo, que este se formó quizá de la explosión de un cúmulo de energía, pero creen, es más tiene la certeza que el único pedazo de tierra habitable en el planeta es su isla, que los bebes provienen de una cueva cerca del volcán, que la vida se produce gracias a sus bailes organizados por la “bruja” de la tribu, que esa pequeña cicatriz que se forma en su abdomen cuando entran a la pubertad se crea por un viaje, en sueños, en la cueva, que se hace al más allá, como muestra del paso de la niñez a la adultez…

Muchas de ellas son felices, sabias, en ese pedazo de tierra reflexionan y descubren la belleza de estar vivas, muchas otras viven encantadas con las tareas diarias, viendo crecer a sus compañeras que nacen de la danza; Pero también existe las que por las tardes se sientan en la playa y miran el atardecer, se preguntan que habrá más allá, más allá de esas aguas, si la vida es sólo lo que ven en isla, si no será todo eso un experimento de un poco ético científico… Se preguntan si los dioses en los que le han enseñado a creer realmente existen. Algo falta, un algo inmenso, algo no encanja; un vacío en el pecho, un grito sordo desesperado, unapregunta en el aire…

Ella observa su cuerpo, menos tostado que el resto; los placeres que siente al recorrerlo. Acaricia su cicatriz, esa que todas llevan con orgullo, para ella es distinto, intuye que algo le quitaron, a veces piensa que es el simple echo de no querer crecer, pero su alma le está gritando algo, un algo inentendible; sabe que algo anda mal, que algo se esconde tras el sol, tras el bello paisaje… Sabe que hay algo más, algo a lo que no sabe nominar…

Algo así siento a veces, como si algo faltara, como si en la maraña que es la vida algo se ocultara…

Supongo que las limitaciones mentales, espirituales, cronológicas, sociales con las que vivimos nos hacen estar en una isla donde no está un “algo” desconocido, pero que existe.

O quizá ese "algo" está tan cerca que no simplemente no se ve.

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