El valor de la familia: 1ª parte

Dicen que los caminos de Dios son misteriosos, por mi parte hace tiempo lo deje de psicoanalizar, aunque a veces, casi sin querer, vuelvo a caer en aquella tertulia que sospecho es eterna

A finales de Abril murió mi abuelo materno, un tipo alto, enfermizo, cariñoso, tranquilo y trabajador. A veces pienso que se llevó con él, esa facultad que yo tenía para hacer caso a la era del exhibicionismo y escribir acá alguna de mis ideas, o quizá sea más bien, la facultad para omitirla, ordenar un poco mi cabeza y ser capaz de redactar un poco de mis pensamientos…

...El otro día me volvieron a asaltar; La tercera vez en mis 23 años, esperemos sea la última, es extraño, pero ese día al salir de mi casa tuve la idea que me asaltarían, el corazón me lo grito.

Luego de discutir con dos carabineros, derramar en ellos en parte mi frustración, intentar llorar la otra parte; comerme un sahne-nuss con pasas al ron, que mi papá me regaló, quizá para intentar consolarme, ya que no se le ocurrieron palabras y el coraje no le dio para abrazarme o tocar el tema; Me acuerdo de mi abuelo, ese tipo alto, con el que no tuve una relación muy cercana.

Digamos que más recuerdo el funeral, esa caminata ingrata y estremecedora que se hace hacia la tumba, yo iba al lado de mi madre, ella destrozada, medio atontada, en ese estado “automático” que toma la gente cuando las circunstancias la sobrepasan. Yo iba pensando en mi madre, en mi abuelo, en mi familia, mirando el ataúd sostenido por mis primos, esa veintena de nietos que tuvo ese gran patriarca; Los ahora hombres, que de niños tuvieron algún juguete construido por él, a quienes más de alguna vez les regaló alguna moneda para que se compraran un dulce, que seguramente fueron defendidos de sus madres cuando hacían alguna travesura bajo su techo, esa veintena de hombres, que apenas conozco y con los que en su mayoría comparto el segundo apellido, se turnaban para tener el honor de llevar el cuerpo de su abuelo.

Mientras observaba a esos ya hombres, con quienes jugué de niña me fui dando cuenta sobre el valor de la familia, y es que la valoro, pero a veces se me olvida.

Mi abuelo, no alcanzó grandes logros económicos, ni siquiera hizo carrera, él construía palas, braceros y "cosas" de latón, tenía un puesto en la feria donde las vendía, con los años, dado su edad, dejó de construir “cosas” para sólo revenderlas. Pero construyó una familia, tuvo 10 hijos, 2 hombres y 8 mujeres, y cerca de media centena de nietos, y ya casi va en una veintena de bisnietos. Todos ellos presentes en su vida, en sus últimos días y en su funeral.

Mi abuelo era un tipo tranquilo, quitado de bulla, amable; sus hijas no salieron mucho a él, bulliciosas y en su mayoría conflictivas, pero herederaron de él, el amor por sus hijos, todas ellas son cariñosas, protectoras, luchadoras. Y aún con problemas, ese hombre construyó una familia unida que es capaz de socorrerse en tiempos difícil y celebrar en los buenos. Familia, en la que yo rara vez tengo una gran participación, más por propia responsabilidad que por otro motivo. Pero a la cual valoro y con la que sospecho cuento.

Familia, linaje, del que proviene mi madre, esa mujer un tanto ilógica, trabajadora, fuerte en grandes aspectos, matriarca de esta casa, que me ha brindado un hogar, educación y por sobre todo amor.