Terremotos y cálculo.

Ayer iba en el metro, con una nueva amiga: Sandra y con mi buen amigo José, veníamos de un bar: “La Piojera”, y por primera vez en mi vida no mostré resistencia física al alcohol y me sentí mareada (quizá fue el echo que mi almuerzo fue deplorable), de echo el más sobrio extrañamente era José, tuvimos que esperar un rato antes de tomar el metro.

Mi nueva amiga, a la que denominé así ayer, la conozco hace tiempo es simpática, graciosa y divertida por naturaleza y con un terremoto encima se hiperventiló un poco, me hizo reír muuuucho, se volvió sociable al punto de entablar conversación con cualquiera que estuviera cerca.

El asunto es que mientras íbamos en el metro apareció cálculo en nuestra conversación, de hecho dos de los nueve compañeros que nos juntamos en el bar (de distintas generaciones) están dando cálculo por tercera vez, es decir, elevaron la gracia y si lo reprueban quedan eliminados de la carrera.

El miedo apareció, ese miedo que le tengo a cálculo aún cuando no lo he tomado… Ya que según las estadísticas, lo más probable es reprobarlo: De cinco a diez estudiantes lo aprueban, de un total de sesenta aprox.

Pero como siempre le busco lo positivo a casi todo, o una palabra de aliento que le daría a un amigo. Me puse a pensar en las excepciones de mi vida; Los hechos en los cuales lo más probable no se cumplió:

Soy prematura, me faltaron nueve semanas de gestación, y bajo las condiciones en que nací lo más probable era que me muriera, obviamente eso no sucedió; Luego dijeron que tendría alguna clase de retraso mental, lo cual creo que no es cierto (espero no sea cierto), al menos en el colegio me fue bien y mi desarrollo sicomotor es normal.

De mi cuadra, de las aproximadamente cincuenta personas que rodean mi edad, la mitad terminó el colegio, otros cuatro van a institutos y sólo dos vamos a la universidad. Con lo cual creo estoy en la minoría, al igual que las que aún no somos madres o no lo fuimos a los quince años.

Así que entre mi media ebriadez, que ya esa altura ya casi no existía, supuse que también podría pertenecer a la minoría que pasa cálculo.

Lo quiero recordar… Lo quiero creer; Quiero dar la pelea.



Dilema moral...

Tengo un dilema moral.

Mientras mi parte práctica, me dice que no me involucre con los conflictos de la U. Mi parte idealista me cuestiona, regaña, sermonea, predica: me tortura.

Supongo que así se asesina al espíritu de lucha (y al espíritu en sí), no obedeciéndolo, no escuchándolo, luego de a poco simplemente se calla, deja de existir. Se deja de creer en la capacidad de producir cambios.

Soy una traidora…

Catarsis...

El año pasado cuando hubo paro en la U, por la revolución pingüino y la derogación de la L.O.C.E , fui a todas las asambleas, incluso fui a algunas de otros departamentos, por puro amor a la información y un tantito a la revolución.

Hoy cuando iba a clases, vi un montón de pancartas en el Peda: “Básica en paro”, “¿Dónde están los 15.000 millones”, “¿Dónde está la nueva biblioteca?”, “Historia en paro”, “Castellano en paro”, etc. Y yo con clases normales, había una asamblea en mi depto. a la una; yo preferí ir a almorzar. Un compañero de historia algo me informó sobre la contingencia nacional, pedagógica y universitaria, en una palabra: Estafa.

Me carga que pase esto, al parecer el paro es inminente y extrañamente no quiero.

Detesto los finales de semestre; Ya se acerca, el tiempo se agota, el humor colectivo disminuye, las tarde tirados en el pasto -o en cualquier otro lugar, en su defecto- dejan de existir, la vida social se ve enormemente afectada y las oportunidades para que duelan los abdominales de tanto reír disminuyen notoriamente.

Estudio, estudio, tardes pegada ante un libro, un lápiz mina, un montón de hojas y la goma. Trabajos lateros y el tener que dedicarles tiempo…

Además están las derrotas, las propias y la de los amigos, a los que expulsan por cálculo y el miedo colectivo se va agigantando. El asado de los de Física por “los caídos”, filas interminables ante las oficinas de los profesores. Los paranoicos mitos de pasillos…

Quiero terminar pronto el semestre, que esto se acabe y seguir con el paso siguiente.

A veces dudo; No me gustan estos procesos, por lo general cuando dudo, lo hago de mis “pensamientos positivos”, de aquellos del tipo: “Cuando se cierra una puerta se abre una ventana”, o clichés por el estilo.

A veces soy demasiado… no encuentro el adjetivo preciso ¿Ilusa? Por eso a veces dudo, no me la compro. Me dura poco, una tarde, dos días, luego la fe arraigada a mi alma me intoxica y vuelvo a ver el mundo en colores, parecida a la perspectiva, resignación y sentido del honor de un protagonista de tragedia griega y/o con la ironía de un bufón.

Estoy resfriada, con una lista enorme de actividades por hacer, como estudiar para las tres pruebas de esta semana, el portafolio que tengo que terminar, los tres trabajo que aún no comienzo, el aseo de mi pieza, la limonada que me hace falta y el anti-inflamatorio que deseo automedicarme. Pero estoy con ganas de hacer catarsis…

A veces el miedo es un agente en extremo limitador. El año pasado mi profesora de psicología nos hizo “conversar con nuestro cuerpo”, el objetivo era descubrir aquello que nos hacia menos felices; se suponía que una parte de nuestro cuerpo, donde más sentimos, nos diría tres causas y luego la que era más destructiva; A mí, mi pecho sólo me dijo una: “El miedo”.

Resurge una cita:

“Dios es el Dios de los valientes”.

¿Cuál es la diferencia entre un loco y un valiente?

Carcajadas...

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Me encanta reír a carcajadas...
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Pucha me siento inspirada y tengo mucho que estudiar;

Prioridades...

Tarde inesperada

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Ayer me levante pensando en que mi tarde estaría dedicada a estudiar trigonometría, y la lucha contra mi complejo (casi no desarrollado) de protagonista de novela rosa.

En la mañana tuve que ir al banco a pagar la U, después a ponerle el sello al pase. Luego a clases, el viernes sólo tengo un bloque a las 11.30 hr.

Pensé que almorzaría y me vendría a mi casa, pero apareció José (estaba de fugitivo de la U) y me propuso hacer algo (no piense mal), armar un carrete. La Andrea ya tenía un panorama, el trío maravilla estaba cojo, pero con él éramos dos e igual se podía inventar algo; Me invitó a la “Piojera”, me emocionó la idea.

Al final no fuimos, ninguno cumplió con sus planes, y nos quedamos todos en la U, un grupo de siete; El trío maravilla y cuatro amigos más.

Es rara la vida; Últimamente he estado re contenta, sin ningún motivo en particular, no me gané el Kino, ni me enamoré, tampoco me he convertido en una genio matemática, ni he adelgazado. Pura locura. Pero mi posición positiva ante la vida se ha puesto a prueba: una casi desilusión y una bofetada en la cara (metafóricamente hablando, nadie me a golpeado últimamente).

Me gustan cómo están las cosas; o cómo estaban, quizá algo cambio, pero lo importante permanece. Además los cambios son necesarios; cuando “algo” se vuelve monótono deja de producir estímulos y es cómo si no existiera. Raras mis reflexiones, y no estoy segura si vienen al caso.

La tarde de ayer fue entretenida, a pesar de mis presagios de aburrimiento y de lucha contra algunos estímulos tortuosos, la pase de maravilla: con juegos de antaño, batucada, intentos de capoeira, intento de baile (por mi parte), canciones con guitarra coreada por los presente y alguna que otra invención graciosa; Ron con coca cola, papas fritas, maní y pancito; Conversaciones amenas y risas compulsivas.

La vida sorprende…

Es rara la vida, hace algunos día me desperté con el peso de Atlas en el cuerpo y antes de hora, miraba el techo mientras transcurría el tiempo y el ánimo era un agente desconocido en mi cuerpo, me atrasé, y la decisión de si levantarme o quedarme acostada debatía en mi mente. Al final oré, siempre lo hago, sobretodo cuando siento que me fallan las fuerzas. Oré y me levante, surgió el ánimo.

Al final, la semana fue linda.

Sigo contenta y el buen presentimiento permanece; Así de tozuda.

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PD: Me voy a estudiar trigonometría.