Una postal...

“El rincón maulino”, José Caracci.

Existen episodios en la vida en que la luz se escapa, quedamos oscuros; a solas con nuestros propios seres. A veces esas épocas duran mucho, en donde el alma llora por las penas y se va entrenando para luchar en la “batalla” constante de la vida.

También existen estos otros episodios, donde el corazón reboza de alegría y las ganas de vivir “no te las quita nadie”.

Entonces, nos damos cuenta que ambos episodios están conectados, entrelazados; Que sin uno, no existe el otro.

Entonces: cuando tengas penita, siente harta pena, llora; Luego te ponte de pie, te lavas la cara, pateas la puerta (o lo que haya cerca) y le bailas a la luna y a las estrellas, te embrujas con la existencia y te acuerdas de los locos de la historia que la pasaron pésimo, pero que pasaron por la vida sintiéndola a concho.

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Esta es una postal que escribí hace mucho, para una amiga que estaba triste y la que deje de ver, creo que por eso no se la entregué; y ahí quedó en mi cajón lista para entregarme consuelo…

A veces cuando estoy triste leo lo que escribo; en mi cuaderno, cartas a Dios (registros de mi vida) o borradores de cartas a amigos, ensayos de un optimismo enorme.

Creo en lo que escribo, pero a veces se me olvida; Creo que la dicha está entrelazada con la pena y no sólo por una cuestión de comparación, va más allá de eso, es el armado de la vida; Como que para estar parado donde se está, todo lo sucedido juega un papel fundamental, y cuando se está feliz, si se pone un poco de atención al pasado, se puede notar que las penas ayudaron a llegar ahí.

Creo que hay que vivir a concho, no sólo en acción o proceder desenfrenado, como algunos lo intentan; va por el sentir, el no negarse a sentir, el no cuidarse a sentir; Yo creo que lo que nos diferencia de los seres inertes es justamente sentir, ese sentir en el pecho, que se aprieta, duele y reboza, el sentir de vivir…

PD: La postal original era una obra de Pedro Bernal Troncoso “Las alturas de Machu Pichu”

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11 de Septiembre.




























En la mañana, en la radio, hicieron una encuesta a las personas de entre quince y veinte y tantos años, la pregunta: ¿Qué once fue el que más lo marcó, el del “Chile” o el de “Estados Unidos”?

A mis adentros pensé: “Los gringos son tan ególatras que hasta nos roban la fecha en que se recuerda un acto ‘terorrista’ y llora a los muertos”. Pensamiento no muy elaborado.

Seguí cocinando el menjurje ultra vitamínico que fue mi almuerzo.

Escuche los comentarios de las personas; En la memoria estás más fresco el “11 de septiembre estadounidense”, ese que trasmitieron en directo desde la isla de Manhattan, ese donde millones de auditores vieron en directo a personas tirarse desde un edificio gigante y humeante; ese en que se pudo ver casi en el momento en que sucedía a un avión estrellarse en la torre compañera; ese en que se pudo ver en nuestras pantallas el horror en directo.

Claro paso después del “11 de septiembre chileno”, nuestro golpe de estado fue hace 33 años, ni yo, ni la gente encuestada había nacido. Lo de Manhattan fue hace cinco años, cuando yo tenía quince y de un plumazo se me quitaron las ganas de ser gringa. Sí cómo lo leyó, pasé gran parte de mi vida, infancia sobre todo, soñando que paseaba y vivía por esas bellas calles que mostraban en las películas; todo ese cuento de libertad y la tierra de las oportunidades me lo tragaba todito. Pero ese 11 de Septiembre algo pasó, el miedo a que me cayera un avión encima fue más grande que las ansias de pertenecer al país más “poderoso, bello y libre” del mundo, yaaa…

De ahí se agarró Bush para comenzar la guerra contra el terrorismo, sé que eso es cliché y todas esas teorías que hay sobre la guerra inventada para robar el oro negro, usted lo sabe, yo lo sé, lo sospechamos mejor dicho, nadie hace algo… Pero es para la risa que sea titulada “La guerra contra el terrorismo”, cuando 28 años antes, dicen las malas lenguas (o buenas, ahí usted pórgale el adjetivo que quiera); que el país donde la libertad es una estatua ayudó a que aquí ocurriera un acto terrorista.

Supongo que el “11 de Septiembre chileno” para algunos sólo es el sinónimo de cortes de luz, olor a neumático quemado, desmanes y el quedarse botado en la Alameda porque ya no pasan micros.

En mi casa cortan la luz, como año por medio, ahora anda un helicóptero y sólo se ve la luz de una que otra fogata; es como estar en la U, pero sin electricidad y sin tanta lacrimógena. Las manifestaciones me persiguen…

Al parecer el quitarle el “rojo” al 11 no sirvió de mucho; Supongo que Lagos pensó más en la economía que en los desmanes a la hora que se le ocurrió esa maravillosa idea. Si sale electo la próxima vez quizá le de por quitarle el feriado al dieciocho porque se deja de producir muchos días seguidos y la “caña” baja la productividad en los días posteriores; y dirá que es por no ser el aniversario de la independencia; entonces ahí el 70% de las personas que se habían intoxicado en nombre de la independencia se enterarán que el “hachazo” del día siguiente lo sufrieron sólo por la celebración de la primera junta nacional y que se quedarán sin lo uno no lo otro porque el 12 de febrero está muy cerca del día de los enamorados y doña Lucia se puede enojar si lo opacan, me estoy confundiendo parece…

Ahora no veré noticias, ni los desmanes, ni a los gringos. Sólo prenderé velas como poseída y mi pieza se llenará de olores dulces, y mientras siento culpa por esforzar mis ojos me maldeciré por no comprar una súper potente linterna o lámpara a baterías.

11 de Septiembre chileno…Aquí pasaron muchos horrores, no fueron televisados por antenas satelitales en vivo y en directo, pero pasaron, más en silencio, más en anonimato, más a escondidas, más largo, más lento, más parecido a la “ropa sucia se lava en casa”, más a oscuras.

Creo que deberíamos tener más memoria, copiarles a los gringos algo medianamente bueno que tienen que es el patriotismo y no la forma de vestirse, fumar o cantar…

Memoria, para no cometer los mismos errores, memoria para sujetarse de las buenas ideas y explotarlas, ¡Memoria señores! Para que “señores” que saben hasta cuando se mueve una hoja, no vuelvan a tener el poder.

PD: Escrito a la luz de varias velas, bajo el hechizo de la oscuridad, el pseudo silencio y el no tener ni TV ni PC.

Tipiado al día siguiente.


Números...


Se me secó el cerebro, no sé qué escribir. Quizá los números están haciendo estragos en mi cabeza y lo único que sea capaz de formular sean enunciados del tipo: “Si tiene cinco manzanas y se come dos, regala dos, a usted le regalan seis y debe a fuerza de la putrefacción botar tres ¿Cuántas manzanas le quedan?”, y cosas por el estilo, pero en algunas ocasiones con malas intenciones, o quizá buenas, y para llegar a la solución haya que hacer 12.000 pasos… Y no sólo sumar y restar.

Tengo vacaciones de Septiembre, eso se consigue cuando vas en una Universidad con memoria y en la que se manifiesta de una forma particular o común, dependiendo del punto por donde se le mire.

El miércoles hubo batalla, yo tenía presentación, una que estaba mal organizada, así que no me quejo, los encapuchados me salvaron de hacer el ridículo.

Es bien extraño, mientras yo estaba en prueba de física, ramo que hago por segunda vez, afuera estaba la “cagá”, cerca de Grecia. Fui hasta los pastos centrales; ahí también había algo, pero menos, mis compañeros estaban felices mirando, la Carla decía que quería sacar fotos, bombas de ruido, según el Mario disparos; “No si son disparos, yo cuando los escuché me imaginé con el balazo en la pierna, sangre; paralítico”, un “yaaaa…!!” colectivo. “Me quiero ir, me cargan ver cómo rompen los semáforos y después salir corriendo por las bombas”, nadie me pone atención hasta que la Andrea se apiada de mi cara y me acompaña a almorzar. Comemos mientras a unos 100 metros los encapuchados les tiran botellas incendiarias a los “señores carabineros”, Andrea me habla de algo importante, yo la escucho, se me olvida que si no suspenden las clases tengo que actuar de libertad y no he ensayado, olor a lacrimógena, llanto compulsivo, todos hacia Arte, la salida, luego a Irarrazabal…

Algo así pasa seguido. Quizá me cerebro se humedezca.