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¿Qué la motivó a ser profesora?
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Quería cambiar el mundo – le digo con
un cierto tono de burla y tristeza.
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…
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…
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Nombre tres fortalezas y debilidades
que tiene como profesora.
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Supongo que mi mayor debilidad es que
me carga ser profe, me carga hablar tanto, obligar a tanto niño poeta o músico
que odia las matemáticas a aprenderse las razones trigonométricas, no le veo
mucho sentido en realidad… entonces mis debilidades, empecé al revés, es que 1) me carga ser
profe, 2) detesto obligar a aprender algo que quizá nunca se utilice y que
puede ir en desmedro de un talento, como
en la fábula que aparece en un libro de Buscaglia, “La escuela de animales” creo
que se llama, la cual se escribió hace décadas… seguimos arruinando talentos…
-declaró con pesar y algo de tedio- ahí llevo dos, y bueno que me siento
tremendamente “verde”, inmadura para guiar 250 mentes adolescentes. Mis fortalezas,
pues soy responsable, aunque tengo una tendencia a llegar 5 o 10 minutos
tardes, pero por lo general siento un compromiso con las tareas que asumo,
así que las cumplo, supongo que ahí van dos, responsabilidad y compromiso; y la
tercera, sé harto del contenido e intento realizar una transposición didáctica amigable
y significativa, me esfuerzo por eso, aunque a veces siento que sale un poco
forzado, pero siempre es mejor a leer una definición y a resolver problemas sin
sentido aparente.
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La llamamos…
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La fábula:
Un conejo, un pájaro, un pez, una ardilla, un pato
y el resto de los animales, se reunieron para fundar un colegio y se sentaron a
redactar el programa de estudios.
El conejo quiso que en el programa se incluyera la
carrera. El pájaro quiso que se incluyera la técnica de volar. El pez, la
natación. La ardilla insistió que debía agregarse el modo de treparse a los
árboles en forma perpendicular. Los demás animales quisieron incluir su especialidad
en el programa, de modo que anotaron todo y cometieron el glorioso error de
exigir que todos los animales cursasen la totalidad de las materias.
El conejo era excelente en carrera; nadie corría
tan bien como él, pero le exigieron que aprendiera a volar como conveniente
disciplina intelectual y emocional. Lo subieron al árbol y le ordenaron:
¡Vuela, conejo! Y el pobrecito se largó, se quebró una pata y se fracturó el
cráneo. Quedó con una lesión cerebral y ya no pudo correr bien, de manera que
obtener la máxima calificación en carrera, obtuvo una inferior, y sacó la
mínima en vuelo puesto que estaba aprendiendo. Y el consejo de estudios estaba
feliz.
Lo mismo le sucedió al pájaro. Era capaz de volar
por todas partes, dar volteretas y se sacaba la nota más alta, hasta que le
pidieron que cavara hoyos en la tierra como un topo. Por supuesto que se quebró
las alas y el pico, y no pudo volar más, pero sus maestros se contentaron con
bajarle la calificación en vuelo. Y así sucesivamente.
¿Y saben quién fue el alumno que dijo el discurso
de despedida el día de la graduación? Una anguila retardada mental porque podía
hacer todo relativamente bien. El búho abandonó los estudios y ahora vota en
contra de todos los impuestos que quieran implantarse para promover la
educación.
Texto extraído del libro
“Vivir, Amar y Aprender” de Leo Buscaglia
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