No me atrevo a hacer el ejercicio de escribirle una carta a mi madre.

¿Qué le digo para verla?
¿Que le digo cuándo la vea?

Le dije tantas veces que no quería pasar una vida sin verla,
sin contarle de las penas, de las alegrías.

Que quería ser parte de su vida,
que quería ser su familia siempre,
que conociera a sus nietos y fuera parte de la vida de ellos
si es que llegaba a tener hijos.

Le  dije tantas razones para mantenernos unidas
 y tener una buena relación;
Que me cansé,
se acabaron los argumentos,
la paciencia, las ganas...

Y aún siento que no tengo argumentos,
no nuevos o que pesen, o que sienta,
ni la paciencia, ni las ganas...

Siento esa extraña sensación de resignación,
que la vida a ratos o en algunos ámbitos
no es como quiero
y que puedo hacer nada para cambiarlo.

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