Jugarretas del destino...





Hoy iba en la micro a la U leyendo un libro, olvidado y releído, con un suave embrujo provocado por músicos ambulantes y las palabras retumbadas en mi espíritu. Me moví por costumbre hacia la bajada, toque el timbre y ante mí se abrieron las puertas; un edificio entre árboles, rejas moradas; “el peda”, me dije, y una ternura gigantesca me bajo hasta el vientre; Quizá fue el contexto de mi alma en ese momento, pero note que le tengo un aprecio desmedido a ese terreno lleno de árboles y edificios salpicados, donde me pretenden formar como docente… ¿Será el hecho que es el medio para cumplir mi sueño?

Al peda no lo elegí por que lo conociera, en realidad llegue por casualidad y por destino, supongo. Cuando estaba en cuarto medio no sabía muy bien que hacer con mi vida y casi no había asistido al preuniversitario, que descaradamente desaproveché. Recuerdo que por esos días andaba con el estómago apretado y la tristeza en la venas; no lograba pensar con claridad, no poseía pasión por el futuro, ni por los que alguna ves fueron mis sueños; Así que mi ser práctico me situó en el camino de los sueños añejos y le hice caso a las conclusiones que tome cuando mi edad no superaba las dos cifras, que creo han sido las más cuerdas, y seguí presentándome en la escuela con la idea de seguir estudiando; No pensé que mi puntaje en la PSU sería razonable, y mucho menos que quedaría en una universidad “fiscal”, así que me aventure en los caminos de la instituciones privadas y los créditos bancarios. Por esa fechas la institución que mas me atraía era la Universidad Raúl Silva Henríquez y me figuraba ahí o en un preuniversitario más cotizado. De desocupada, se me ocurrió postular al crédito del fondo solidario y al la beca pedagógica, porque me sobraba tiempo en el ciber-café y porque apareció en Universia, además, de algo debía servir todo esos años en que me calificaron bien.

Cuando vi mi puntaje, en el mercurio y con el miedo de estar observando el de otra persona, me sorprendí, era extraño no ver 300 puntos, así que me senté a esperar que mi alma se adaptara a mi nueva posición y me mente se sintiera a gusto para razonar, atine a llamar a mi mamá al trabajo por simple tramite, me había repetido mil veces que lo hiciera apenas supiera los resultados; creo que me felicito, no me dio instrucciones del siguiente paso, nunca lo ha hecho, un tú sabes que hacer… Con una confianza en mí que ni yo misma poseo.

Luego la llamada salvadora; La Andrea preguntándome cómo me había ido e invitándome a su casa para que el tramite virtual de las postulaciones lo hiciera en su casa, juntas, bajo el calor de un hogar y la complicidad de la amistad y no bajo la frialdad de un ciber-café. Postule a la USACH, porque varias veces había pasado por el frente y me sonaba, además tenía la pedagogía en castellano, que era la alternativa que me quedaba, luego de tontamente no haberme inscrito en la PSU de ciencias. La Andrea, más informada, al parecer, o más confundida, me dijo que la mejor universidad para formar profesores era la UMCE, así que le hice caso y postule ahí en segunda opción, con castellano, tercera, cuarta y quinta, con alguna otra pedagogía de la misma institución. En la USACH quedé en lista de espera, y como no sabía bien las diferencias entre ir en una u otra, más que la micro que tenía que tomar, me fui a matricular donde tenía mi puesto asegurado y donde supuse el universo me había llevado, luego de tanta oración por el auxilio de mi alma perdida.

Resulta que ese lugar me embrujo; Me sobrepaso y escape, como fugitiva hacia los confines de mi propio infierno y luego se convirtió en un tipo de campo santo; Al cual regresé en menos de un año y al otro extremo.

Ahora, no sé muy bien que clase de educación estoy recibiendo; A ratos el peda me parece exigente y generoso, un buen instructor y mentor, extrañamente cautivante; Y a ratos asfixiante, estresante. Pero en muchas ocasiones, siento que estoy bajo una reputación que está agonizando, donde quizá en algunos círculos crean que de esa institución salen docentes competentes, pero que ya muchos sospechan que no. Y hasta yo mismo lo estoy haciendo, porque a pesar de que cuando estoy en clases me llenan de pruebas, trabajos y presión; Me siento ignorante igual y creo que el tiempo no se aprovecha al máximo y el conocimiento no es significativo, además de la cantidad de clases que siempre perdemos, por desmanes en las tardes o paros indefinidos.

…Como ahora, que llevamos 6 semanas de paralizaciones y no se vislumbrar vientos de sosiego.

Por ahora, cuando mi padre me pregunta si aún no tengo clases, con enojo en la voz y el fastidio de estar pagando* por un servicio que no se recibe, me pregunto si fue lo mejor quedarme ahí o si estaría mejor en una U privada: Luego una voz en mi mente me dice, Claudia, se supone que hay mucha gente “movilizada” porque se supone que la educación no debería ser un servicio, por el cual se paga, sino más bien un derecho.

…Y el Peda sigue presente, como un embrujo lleno de contradicciones.

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*Mi padre paga como el 20% de lo que se debería, gracias a mi suerte y la beca que se entrega a estudiantes destacados de pedagogía, supongo que a muchos, que si pagan todo o se están endeudando, el dolor al bolsillo es más grande, por el servicio de debería ser derecho…

**Foto tomada de: http://www.fotolog.com/pedagogico_chile


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