Tengo que apostar por mí



A veces quiero ser budista, y renunciar a todo deseo y pasión… Y otras veces me entran ganas de dar rienda suelta a las pasiones y vivir así, actuar por las entrañas, que los actos y palabras sean guturales, instintivos, placenteros y hasta egoístas… “Vivir la vida a concho”… (Dar rienda suelta a mis obsesiones).

Pero no sé bien qué camino elegir, ni cómo seguirlo. Así que camino no más, como intentando hacer mí camino, rezando aquel verso de esa vieja canción: “caminante no hay camino, se hace camino al andar”… Pero siento  que a mis cortos, o largos, 26 años he cometido más errores que aciertos… Y no sé, no sé si hice bien cuando “renuncie”, cuando deje que las cosas “fluyeran”, o si debí luchar, quedarme, seguir: ¿Cómo se sabe cuándo es el tiempo de claudicar? ¿De “soltar”?

A mis cortos, o largos, 26 años de vida, no he concluido mucho… Y supongo que esta noche tampoco concluiré mucho, y es que realmente no sé…
Sé que somos dueños de nada,
Que nada dura para siempre,
Que el deseo es la causa del dolor (eso se lo plagie a los budistas)
Que el amor es un “algo” inmenso.

Y quizá sé más “cosas”, la mayor parte tienen que ver con hechos, definiciones y cosas por el estilo.

Pero sobre la vida, el cómo vivirla, no sé… Y a veces pienso que no hay muchas oportunidades, que la vida es demasiado corta como para permitirse equivocarse tanto; pero que a la vez, hay que permitirse equivocarse, porque si no está ese espacio, el acto de “vivir” se reduce… Y es ahí cuando necesito creer en “algo”, un algo grande, como Dios, que “premie” los actos de valentía, pero dada mi experiencia, no parece ser así… O quizá es demasiado pronto para dar un juicio… Pero ¿Y si espero demasiado?

La vida debería venir con un manual, y ser más larga, y más clara…
O que todos tuviéramos un maestro o mentor, como yoda…

Pero claro como no es así la vida, me quedo pensando, o intentando no pensar, para no sentir el estómago apretado…

Y dan vuelta en mi cabeza, como una maldición, imágenes de perdidas y detesto pensar en ellas, porque quiero ser como rezan las postales y vivir en el presente, porque es eso un presente, y suena lindo y hasta sabio, al menos para mí, pero soy incapaz, y siguen las imágenes, me asaltan de vez en cuando y comienzo a sospechar que son esas ganas de desprendimiento las que no me dejan en paz, y mi mente se quiere obsesionar sobre analizar cada maldito detalle de esas perdidas, pero la parte cuerda, la que hace una conexión con la “realidad” me dice que no, que no es sano, que viva el presente, que disfrute el instante… Pero no siempre soy capaz, y es esa incapacidad la que me hace sospechar que estoy dejando algo  importantísimo afuera. Y sigo pensando, obsesivamente, como casi siempre.

Y ahora se añade un pensamiento más o varios… Como la lucha del señor Okada del libro de Murakami, que fue en contra de toda cordura y pensamiento de desprendimiento… Y aún más pienso en el Señor Mamiya, que dice que cuando fracasamos en el momento de “luz” –único y brevísimo- de alcanzar la “revelación” ya no hay más, simplemente perdimos, y se vivirá una vida en crepúsculo, en soledad y sin esperanzas… Y me pregunto si ese momento en mi vida ya pasó, y me da terror… Porque yo no quise sentarme en un pozo y pensar, ni esperar, ni “retener”, ni salvar… Le “copié” a los budistas y solté… Y quizá en ese “soltar” fracasé… 

Y ahora estoy “condenada” al crepúsculo… Suena paranoico ¿No?

Quizá deba sentarme a pensar una estrategia para perseguir y alcanzar, ese brevísimo “espacio de luz”, obsesivamente, como el señor Okada. 

Porque al final, yo como todos, no tengo opción: “Tengo que apostar por mi”.


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