Extraña certeza

Si ha de existir un amor (romántico); Sospecho que sé cuál es el mío, lo descubrí a mediados del 2001, un día nublado, cuando me enfrentaba a un mundo nuevo, que después se volvió habitad. Lo reconocí, sólo lo vi y supe quién era, -suena cursi- pero no fue que me dijera ese es el hombre de mi vida, ni siquiera creo en eso. Sólo supe que era él, y esa certeza me persigue, a veces asomáticamente; Pierdo el recuerdo entre la vida que me sorprende, que a ratos me duele y a ratos me alegra; Y luego, entre pensamientos, revive esa certeza, extraña certeza, que me persigue y se entrelaza con tres escenas.

La primera, años después de aquel reconocimiento, una mañana en la que iba a la universidad con sueño y apretada en la micro; Lo vi abajo, él esperaba otra micro (quizá en la que yo estaba, pero aunque fuera así, ya no caía), y supe a mi pesar que estaba “chinagada” (“estoy cagá” fue mi pensamiento), el chico me producía cosas.

La segunda escena, en el metro, un día, años después, en que veníamos de alguna parte (el cine quizá) y me embargó una paz gigantesca (como la de llegar al hogar, quizá), ahí en el metro, entre lo sofocante que suele ser y la música a ratos bien mala que ponen, supe que el mismo encanto perduraba (“estoy cagá”, volví a pensar).

Y la tercera, cuando ya había salido de mi vida (o eso yo pensaba y hasta me aliviaba). Un día, extraño día; en Febrero del 2010 (Quizá inicios de Marzo), venía de donar sangre por lo del terremoto; Cuando mi amiga se había bajado recién de la micro y yo pensaba ¿En qué pensaba? En la vida, en que se acaba sin aviso, en que tenía un sueño profundo, extraño síntoma para una insomne de vocación… Y lo vi, desde la micro, caminaba con una chica y con bolsas del supermercado; Mi estómago de apretó y como una condena recordé un cuanto de Ángeles Mastretta, donde un padre le dice a su hija que el tiempo es mera invención de los hombres…

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