...es en esa lucha que uno vence (carta a un amor añejo)

No sé si te amé; a lo mejor soy como el chico de “La fuerza de Scheccid”, ese libro que me contaron, donde él se enamora de una chica, pero nota que en realidad se enamoró de cómo la imaginaba, típico libro para adolescentes…

Descubro que hay un vacío en mi alma; ese que pretendo llenar leyendo, estudiando, haciendo clases, soñando, orándole al Dios sin religión, en el que creo, pero que hace tiempo no siento…

Y es que no creo que seas mi salvación, en términos razonables no te parecías a eso; ni te creía mi salvación; Te creía mi amante, acompañante, mi proyecto de amor… En realidad no creía mucho, no reflexionaba mucho; Pero a veces me echaba de menos, extrañaba a la mujer que buscaba ser autónoma, que no le creía a las películas románticas, a la que se sentía cómoda siendo soltera; Extrañaba esa comodidad de estar triste, porqué sí, y no tener que darte explicaciones de mi melancolía, de esa que aparece de repente; Por la vida, por dónde vivo, por quién soy, por lo injusto que parece ser el mundo; Y no sólo conmigo, sino con todos…

Me extrañaba… Era curioso cómo adelante tuyo no filosofaba, sobre la vida; Extrañaba ese reflexionar constante que me lleva al borde de la locura; Pero que es parte de mí.

Me extrañaba…

Y cuando te fuiste, pasaron tantas cosas entre medio, la vida me golpeó, perdí tanto en una semana; que mi visión sobre la vida, sobre el amor entró en colapso, porque eran los cimientos de mi existencia los que se remecían, y no era por ti, era por todo… Y extrañaba tu voz, el humor negro, que me hablaras de libros leídos, del arte, de la política. Extrañaba que me fueras a buscar a la universidad y paseáramos, nos emborracháramos o comiéramos; Extrañaba ir a eventos culturales contigo, que me tomaras de la mano, que hicieras cómo que me querías. Extrañaba ir a tu casa por las mañanas y jugar a pertenecer a algún lugar, a tu cama, en esos abrazos tórridos que tanto me gustaban.

Y no es que haya sido una relación de esas que muchos catalogarían de “buena”, duro poco, no te alcancé a conocer bien, y supongo que tu tampoco a mí; No alcanzamos a hacer mucho…

Y desapareciste de mi vida, supongo que yo te expulsé, en ese afán de ser radical… Y no es que quiera que vuelvas, en realidad hace tiempo deje de esperarlo y hasta de quererlo; Es sólo que a ratos la vida me pone tu recuerdo en frente, y Cortazar me deja de parecer interesante y dejo de leer, miro el techo, esas paredes que no me agradan; Te recuerdo cuando hacías cómo que me querías, y cocinabas y te ponías el paño de cocina en el hombro, mientras yo te miraba con ternura…

Y pienso en el vacío, que en realidad no es que lo hayas dejado tú, es que siempre está, a veces crece o disminuye… Y en los instantes que estaba contigo disminuía bastante; aunque supongo que era un tipo de alucinación…

Y es que una relación no es la “salvación”, ya no creo que un gato salve a otro gato rascándolo, cómo dijiste alguna vez; Y en realidad creo que nunca lo creí; Esa es una idea romántica que nos meten en la mente, desde “La cenicienta”, pasando por las teleseries que miraba la mamá hasta algunos libros que se catalogarían de buenos; Cómo una imposición cultural que nos cala hasta el inconsciente y nos hace desear una “relación” para ser feliz… Cómo si el fin último de la vida fuera “encontrar” el amor, o los amores para algunos…

Y yo sé que seguiste en tu búsqueda, que hasta altura quizá ya hayas tenido “intentos fallidos” así como lo fui yo, un amor pasajero, una pasión pasajera. O quizá andas en esas etapas en que le copias un poco a Panero, un poco a Bukowski y andas visitando camas y emborrachándote, viendo si en la autodestrucción, en los orgasmos encuentras poesía…

Ha pasado el tiempo desde lo nuestro, y hasta a veces lo recuerdo cómo si hubiera sucedido hace años…

Pero en noches como esta, en días como este, cuando parece que las estrellas se confabularan para ser mordaces con mi existencia y tu recuerdo me golpea con estímulos casuales, y llego a mi casa extrañando cuando me sentaba a hablar contigo y leer esos mensajes incuerdos, a veces pervertidos, a veces tiernos, a veces tan sabios… Y me pregunto si no es el amor lo que nos llena, si no es la literatura, si no es la construcción de los sueños… Me pregunto ¿Qué hará que ese vacío en el alma desaparezca?

Y pienso en los budistas; en que todo está en el interior, pienso… pienso y me golpea la melancolía…

…La ambivalencia, la idea que el mundo es una porquería, que parece que los fuertes siempre serán fuertes y explotaran a los débiles, que la pobreza es como una condena, que la educación no cumple con los propósitos, y así en la cantaleta del pesimista-realista; Y pienso en la valentía, en esa que hace que salgamos a dar la pelea, a pesar de saberse vencido, porque hace siglos se cometen las mismas injusticias; Pero es en esa lucha, que uno sueña; a crear momentos, buenos momentos, para uno y el resto y es que al final de eso esta compuesto la vida; Y es en esa lucha, es en la que uno sueña, sueña a instaurar cambios, y es en esa lucha que uno vence…

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