I. Para leer…

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“Como en los cuentos…”


Recuerdo que de niña, cuando era la hora de irme a dormir, mi madre se sentaba junto a mi cama, en una silla azul que le quedaba chica, habría un libro y comenzaba a contarme historias mágica, llenas de esperanza, las más maravillosas, cuentos que eran sueños. Siempre eran distintos, trataban de hadas, duendes, princesas, animales que hablaban, y las que más me gustaban: Niños sin padres que luchaban contra monstruos y triunfaban.

La hora del cuento era mi preferida, yo imaginaba cada palabra que ella pronunciaba, pero siempre me preguntaba: ¿Cómo mi madre, puede extraer de los libros, semejantes historias? ¿Qué extraño y sobrenatural poder posee…?

Luego lo supe, cuando en la escuela me enseñaron las letras, que formabas palabras y al unirlas narraban las historias que mi madre “leía”, yo también podría hacerlo. Claro que no fue una tarea fácil aprender a leer, aún cuando mi madre me pedía que leyera con ella, me era imposible hacerlo, no lograba recordar con la rapidez necesaria el sonido de las letras, eso me entristecía enormemente.

Pero un día en la escuela, la maestra me pidió que leyera… Me levanté vacilante y cuando comencé a leer, lo logre, las palabras salieron fluidas, leí casi como mi madre; lo que más deseaba en ese momento era mostrarle a ella, esa mujer que me dio el ser, que me narraba cuentos todas las noches, sumergiéndome en un mundo de fantasías, que yo también podía, quería por una noche siquiera leerle un sueño de infancia de algún escritor que lo compartió con el mundo.

Pero cuando salí de clases, mi madre no estaba, ella siempre me iba a buscar, pero no le tomé importancia, sólo eran tres calles desde la escuela a mi casa, con la euforia del momento salí corriendo, quería mostrarle a ella, la mujer que más quería en el mundo, que podía leer.

Cuando faltaba poco para llegar, vi a mucha gente en mi jardín, también había una ambulancia. Detuve el paso, la euforia se marchó, mi pecho se apretó, el miedo me invadió. Me acerque lentamente, nadie me prestó atención ni me detuvo, era demasiado pequeña, demasiado silenciosa, demasiado transparente, para que alguien advirtiera mi presencia.

Cuando llegue a la puerta de mi casa ví a mi madre tirada en la entrada, estaba pálida; blanca como la nieve con la jugábamos en los paseos al El Colorado. Sus labios morados, tal como cuando se bañaba mucho en la playa. Los recuerdos me invadieron, alegres recuerdos que me dibujaron una sonrisa en aquel episodio en los sentidos me fallaron, el tiempo se detuvo… Pero lo que realmente me llamó la atención fueron sus ojos, estaban abiertos, con una expresión de miedo y desesperación, opacos; ya no poseían ese brillo, esa energía que al mirarlos hacían que mi alma rebozara de entereza, que me protegían en las noches de lluvia y truenos…

Entendí que no podría leerle a mi madre y que ella tampoco lo haría de nuevo, advertí que me había convertido en un personaje de cuentos, era una huérfana con una misión difícil, ella ya no estaba, no me volvería a proteger. Mi misión: el tener que luchar contra los monstruos de la tristeza y soledad, y así como en las historias que mi madre narraba ¡Triunfé!!!

PD: Este cuento ha sobrevivido por años a mi desorden crónico y a los constantes formateos del PC. Muchos no corrieron la misma suerte y están perdidos, entre mi mente y el papel.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sentimientos, como para resumir lo k siento al leer este cuento-historia-verdad.
Ya lo habia leido antes y me encanto y medio pena y envidia, en los cuentos casi siempre la heroina gana, y son mas maravillosos de lo que lo es la vida(aunk talvez la vida debemos redactarla para saber que triunfaremos, y no sea tan sin brillo como ahsta ahora... Maldita ADOLESCENCIA) jaja ya estoytan vieja que ni adolescente soy o si?, por que aun adolesco?.
Por que te fuistes del messenger?

TE QUIERO AMIGA.

Natho47 dijo...

Muy profundo y hermoso.

eL Orfebre dijo...

Juega a la ruleta rusa y desaparécete, trata de que la bala quede justo donde pueda percutir. A veces es mejor no estar, a veces es mejor nunca haber estado; créeme lo que digo.
Orfebre.

rdp dijo...

Precioso, realmente precioso ­(¯V¯)