Las vacaciones donde mi abuela.

Con mi hermana nos parecemos mucho, siempre ha sido así, me pase mí primera infancia siendo confundida con ella, o escuchando la interrogante de si éramos mellizas, como si los diez centímetros que me llevaba, no fueran evidencia de la diferencia de edad.

Recuerdo que cuando chica, en mis primeras vacaciones de verano de la escuela, fuimos donde mi abuela paterna, a la Ligua, en el campo. Mi padre salió un hijo ingrato y guaso, así que se pasó años sin visitar a su madre y cuando lo hizo, ya con familia, sólo llevo a mi hermana, que en esos tiempo era una guagua. No tengo claro el porqué de su decisión de ir sin mi madre, quizá por pura tacañería, miedo o porque simplemente no se le ocurrió llevarla.

El asunto es que cuando fuimos todos, los cuatro, yo tenía seis años, tres menos que mi hermana, era pequeña, algo rechoncha, extremadamente morena y con el pelo crespo y azabache; parecía brasileña. Mi abuela, una viejita, de menos de metro y medio, encorvada, arrugada y extremadamente flaca, tenía aspecto de debilucha y desarreglada; cuando me vio me abrazó y me apretó los cachetes -operación que la gente solía hacer- exclamó que era igual a mi padre y luego reparó en mi pelo, que al parecer la hipnotizó porque jugo largamente con el, le caí en gracia altiro.

No sé bien porqué, pero mi abuela tenía metido en la cabeza que mi padre había conocido a mi madre en un burdel; Y que en una de esas visitas, en las que mi padre al parecer pagaba por placer, se prendió de mi madre, sabe quién porque maleficio, y le ofreció una vida “decorosa”; Y que mi madre había accedido agradecida y contenta, ya que estaba en cinta y se sabía con poco tiempo para seguir con su oficio. Es decir, mi “torpe” padre la había hecho de santo y le había caído del cielo a mi madre, y ella encarnaba al peor prototipo de las posibles nueras.

Yo medio escuché la historia entre conversaciones de adultos, como tenía seis años y mi mente divagaba aún más que ahora, aunque con mucha más ligereza, la historia me pareció entretenida y hasta digna de llevar a la pantalla grande. Claro a mi madre no le caía en gracia el rumor; A ella siempre le ha importado cómo la ven los demás, hasta los extraños, y no le vio lo anecdótico a ser el posible tema de conversación y enjuiciamiento de la gente de ese lugar. Así que le tomó cierto recelo a mi abuela y evitó estar cerca de ella.

Por mi parte yo recuerdo con cariño las vacaciones donde mi abuela; estaban mis primos, la Dani y el Pipe, hijos de mi tía “Yola”, una de las pocas hijas que mantenía contacto con su madre y vivía cerca de ella. Jugaba con ellos, aunque más con mi primo, porque yo era más de jugar a ser “exploradora” o “detective” y andar revolviéndome en la tierra, que andar con muñecas o peinándome.

Pero también recuerdo que escuchaba harto a mi abuela; yo imaginaba que de tanto estar sola, esa mujer almacenaba las conversaciones y después cuando se encontraba un receptor, las largaba todas “de un viaje”. Yo me prestaba a interpretar ese papel y hasta me agradaba. Me contaba su infancia y la de mi padre, su unión con mi abuelo, la convivencia de antaño, cómo era criar a un montón de hijos y lidiar con el trabajo en el campo, el laboral-remunerado y el doméstico; era un monologo casi eterno, que intercalaba con cariños u ofrecimiento de galletas y bebida que parecía ocultar para mi. Yo observaba a esa mujer con las manos pequeñas y algo deformes, con la piel muy morena, seca y arrugada, su piel parecía quebradiza y dejaba notar excesivamente las venas; manos trabajadoras, piel golpeada por el sol.

Tenía mala fama esa mujer, mi antecesora, de mal genio y amargada. Pero a mi me tocó ver otro hemisferio, uno más amable y hasta admirable; el de la abuela “comunicativa”, ágil y trabajadora, que me llenaba de palabras, cariños y comida.

Aunque aún no comprendo, cómo mi abuela no noto el gran parecido que tenemos con mi hermana y seguía afirmando que nuestro padre no era el mismo; ni tampoco entiendo cómo se encanto tanto con mi cabello, que es justamente el rasgo que más se nota heredé de mi madre, su “nuera sacada de un burdel”…

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