Seguimiento amoroso

Hace algunos años, cuando salí del colegio, tenía una amiga, que en esos tiempos era la más cercana, parecía de mi familia; Ella andaba cabizbaja, en parte porque le habían roto el corazón y en parte porque no había ingresado a la universidad.

Un día, cuando estaba haciendo frustrantes trámites, se sentó en el pórtico de alguna antigua construcción, en una de las pocas vías no muy concurridas del centro de Santiago; Se sentó y lloró… Un joven se acercó y le comenzó a hablar, charlaron, el le pidió el número de teléfono y le dijo que la llamaría, lo hizo y comenzaron a tener conversaciones telefónicas y no por MSN como se estaba instaurando.

El asunto es que un día salieron, a una tocata, parece, no lo recuerdo, y él, que hasta esa altura parecía ser el candidato a reconstruirle el corazón a mi amiga, la intento besar; Ella se negó, me dijo que era porque quería que fuera “distinto”; Quería ir despacio. Luego de esto, el tipo dejó de llamarla, yo le dije que quizá se había sentido rechazado y que pensaba que ella no quería algo con él; Supongo que mi amiga se creyó mi psicoanálisis, porque luego de eso se empeño en contactarlo.

No tenía su teléfono, ya que él no lo poseía, ni móvil, ni fijo, no era un chico que se “conectara” así que de MSN o mail nada; Pero tenía el número del teléfono público de donde él la llamaba. Por coincidencia o vaya a saber qué, mi amiga tenía otra amiga que trabajaba en una central telefónica, y ella sólo con el número podía conseguir la dirección del lugar; y lo hizo, así que ahí teníamos la dirección del almacén de donde este chico escurridizo llamaba.

Con la dirección en mano y un mapa copiado de Internet, mi amiga, me propuso la acompañara hasta el lugar, preguntáramos en el almacén por el chico y que luego fuéramos hasta su casa a buscarlo, romántico o sicótico, elija usted. Yo como la quería tanto y no tenía algo mejor que hacer, accedí. Así que me encontré arriba de una micro, muy lejos de mi hogar, sin saber donde estaba, junto a mi amiga, en busca del candidato a ser su amor.

Lamentablemente no dimos bien con el lugar, en realidad nos perdimos, y divagamos por varias calles, hasta dar con un almacén que reunía algunas de las condiciones, preguntamos por el chico, pero la señora que atendía nos dijo que no conocía a nadie así; Mi amiga me dijo que estaba segura que ese era el almacén, porque él le había hablado del lugar. Entonces estamos cerca, comenté. En un acto de sobre estimulación, o algo parecido, le propuse a mi amiga que hiciéramos panfletitos, donde le dijera que lo andaba buscando. Otra vez mi amiga presto oídos a mis palabras y escribimos varias veces: “Sebastián, la gatita te anda buscando, escribe a …”, o algo por el estilo. Los pegamos en las cercanías, esperando que esta extraña historia, se convirtiera en una de amor.

Después nos sentamos en una banca de una plaza, comimos pasteles; mi amiga, emocionada me decía que valoraba enormemente la compañía, la complicidad, nuestra amistad, yo compartía el sentimiento, y sonreía; Fue un agradable momento y algo desquiciado, supongo; Aunque útil, porque a mi amiga le mejoró el animo.

Lamentablemente el tipo no hizo contacto -impidiendo que la vida de mi amiga se convirtiera en una novela rosa- se lo trago la tierra, o a lo mejor se asustó. Pero mi amiga, con la tranquilidad de haber hecho algo por conseguir el amor, se conformó y siguió con su vida, confió en el destino…

Yo por mi parte me quede pensando en las estrategias: ¿Sirvió, jugo en contra o dio igual que ella se negara a besarlo? Con mi amiga, decidimos que da igual, se lo atribuimos a la química o al destino, nos propusimos creer en el destino…

1 comentario:

Alex Durán dijo...

no creo en el destino, pero nada es por casualidad.