Rock por Chile

Me desperté, sin saberlo, con una hora de atraso, yo pensaba que habían cambiado la hora, mientras la alarma de mi celular sonaba y yo me intentaba quitar el espanto de las pesadillas que había tenido: “Debe ser el estrés del terremoto liberándose del inconsciente, no son señales…”, “Mejor espero a que llegue mi mamá de la feria para levantarme; no, no puedo esperar tanto, tengo el tiempo justo”, rezo a la deidad sin nombre: ¡Quítame el espanto!

Me levanto pensando en la inmortalidad del cangrejo, mientras prendo el calefont rezo porque una de las pesadillas no se cumpla y esa maquinita no encienda la casa al prenderlo.

Sigo somnolienta y algo relaja, hasta el llamado de mi hermana, que esperaba que yo compraras las entradas del cierto, no me altera, y me digo a mi misma que tengo tiempo “¿Quién llega a la hora a los conciertos?”, además, las pesadillas habían apagado un tanto las ganas de alejarme de mi casa.

Mientras desayuno, algo que no me gusta mucho, dado que mi familia se levanto antes que yo y no recordó que yo igual comía, le pongo atención a la tele y me doy cuenta que es justamente una hora mas tarde de lo que imagino, y comienzo a temer un poco el quedar mal con mi hermana.

Me fui al mall Vespucio, ahí ya he comprado entradas, lo recuerdo, me sirve el lugar; Primero voy a almacenes París, donde esta sin sistema ticket, luego a la feria del disco, que esta cerrada, por remodelación al parecer, “¿Me voy al arenas no mas? ¿Allá venderán entradas?”, el Florida Center esta cerca; Me voy para allá con algo de tedio y preguntándome si los sueños en verdad quieren decir algo o si son, como se suponía creía, mensajes del inconsciente.

Tras una filas y comprando la entrada, cuando está empezando el espectáculo en el “Arenas”, llamo a mi hermana y acordamos juntarnos en el metro parque O’higgins. Amablemente mi hermana me lleva unos sándwichs y cerveza al encuentro, nos sentamos en el parque a comer y a tomar un poco; mientras noto a mi hermana más grande, más adulta, con un gran susto a beber en la vía pública…

Entramos a la cancha, mientras tocaban grupos equis, algunos pegajosos que me instaban a mover este poco coordinado cuerpo; Mientras absorbía la energía de la gente y mi hermana me decía que se sentía en una disco peque, ya que al parecer le está dando el complejo de sentirse vieja…

Mientras observaba el techo y ñoñamente pensaba en la clase de triángulos que lo conformaban y me daban ganas de construir una maqueta por el estilo; Salió Nicole, ella que siempre canta los hit de antaño y logra hacerme cantar rememorando mi infancia; Indicio, para mí que de ahí empieza lo bueno, ultima telonera o primera famosa, escoja usted.

Luego Gondwana, con su verde amarillo y rojo que nos hizo cantar y bailar al ritmo de esa melodía “volátil” que llama a la paz y la buena onda.

Chancho en piedra, que gracias a una amiga llegué a detestar por ponerlos tanto; y que al irnos reconciliándonos me hacen cantar: “escogiendo a una reina…”, acompañados de su despelote y pequeños puercos bailando sobre las cabezas.

Javiera Parra, con ese par de canciones que me medio sé y vocifero sin vergüenza, de forma cebollera y sobreactuada.

Los Jaivas, y esa melodía que parece venir de la “Pachamama” y su “para qué vivir tan separados, si la tierra nos quiere juntar…” que nos hace cantar a todos y trasladarme por un momento a la dimensión de los disfrutes.

Francisca Valenzuela, y mi hermana encantadísima, con su “muérdeme la lengua” y un tipo cerca que al parecer se la imaginaba desnuda y no temía demostrarlo…

Primavera de Praga, me fui a comer juzto ahí.
Gonzalo Yañez; no sé quién es, me aprendí el nombre, seguí comiendo.

Los miserables, con su punk rock y covers desenfrenados. Con algo de cansancio ya en el cuerpo, y este pie que me duele constantemente; ellos a quienes rara vez escucho por iniciativa propia, me hicieron saltar y bailar; entrando en ese tipo de climax que se vive entre la multitud de los conciertos, y justo cuando gritábamos: “Si me equivocará otra vez, si me enamorará de ti otra vez…” Oscuridad y silencio, espero y supongo que muchos esperaban, silencio y quietud, ni siquiera un grito de algún chistoso, luego algunos celulares, vuelve la luz, el miedo en la cara de mi hermana es notorio; Mientras intentan seguir tocando. Nos dicen que está la luz cortada en todos lados, pero que ahí seguirá la música; vuelven los miserables, con el “El crack”, hacia el final otra vez apagón; Pero la multitud sin sorprenderse tanto, como la vez anterior, sigue cantando “Sueños de niñez pichangas del barrio cara sucia sudor y barro, sudor y barro” y terminamos la canción, lo cual fue en, cierto grado, emocionante.

Luego desconcierto, espera y el darse cuenta, en forma lamentable que el espectáculo ya no seguía y qué a quienes fui a ver con mayor entusiasmo, pues no iban a tocar.

Afuera y sin luz, el camino a casa comenzaba; La música se apagaba en mi mente y el encanto se iba alejando a medida que me alejaba del Arenas; Me empecé a asustar por el regreso a casa; afortunadamente y gracias a la deidad sin nombre, luego de una pequeña odisea, mucho más pequeña de lo que imaginé, llegamos a la casa de hermana sin novedad.

Extraño día.

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