Extraño a la Claudia que le gustaba llamarse Victoria,
e intentaba hacerle honor a su
nombre;
que pensaba que era tan fuerte,
que podía decir te quiero
de frente y con un abrazo;
Sin espera algo a cambio.
Extraño a esa Claudia que no le
hacía caso al orgullo
y demostraba la fortaleza mostrando
cariño y humildad
sin cuestionarse si la otra parte
lo “merecía”;
Sólo porque pensaba que era mejor querer primitivamente,
sonreír, abrazar, que mortificar(se).
Extraño a la Claudia Victoria
que inventaba qué "cocinar" con lo
que había en el refrigerador,
y creía que no comiendo carne hacía
un bien por omisión;
Extraño
a esa Claudia que le cocinaba a los demás.
Extraño a esa Claudia Victoria que
le hacía frente a los desafíos,
que no obedecía a la ley del mínimo
esfuerzo,
que soñaba con ser profesora
y que pensaba que desde el aula podía cambiar el mundo;
Ayudando a construir “mundos buenos”.
Extraño a la Claudia Victoria que
se sentía fuerte,
porque quería que su corazón fuera
el musculo más trabajado.
Extraño a la Claudia Victoria que
luchaba y no esperaba que la salvaran;
que entendía que debía amar a las
personas con sus defectos,
porque eso es amar,
y que sabía que el rencor es el
peor uso de la energía.
Extraño a la Claudia Victoria
entusiasta,
que se levantaba apenas sonaba el
despertador
y que caminaba por la mañanas a la
universidad
con la firme convicción que estaba
trabajando por una “vida buena”.
Pero entre tanta cosa que extraño
echo
mucho de menos,
pensar
o afirmar:
“soy
infeliz”
y sentir que miento.
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