Con sabor a milagro

Hace un tiempo estaba en la biblioteca de la universidad estudiando Álgebra, era uno de los poco seres vivos que tenía que dar examen en ese ramo, así que el grupo de estudio estaba conformado por mi y a ratos por un compañero que sabía mucho menos que yo; Y ahí estaba yo, intentando memorizar las trampitas de las demostraciones para ver si lograba aprendérmelas todas, eran como 60; Mientras un grupo de compañeras, que estudiaban alguna otra materia, me aconsejaban que los escribiera todos y los llevara conmigo al examen; Y ahí estaba yo, oyendo tal proposición como si fuera vender mi alma al diablo. De pronto aparece un compañero con el que he cruzado solo el saludo; Y pregunta quién tiene que dar el famoso examen, levanto mi mano con una sonrisa, por puro espíritu positivista y no caer en la desesperación, sabiendo que por ese examen mi permanencia en la universidad estaba en juego. El tipo se acercó y me preguntó que era lo que sabía, le conté y le dije que iba en la “memorización de las demostraciones”. Me miró y me dijo que sabía de dos preguntas que seguro iba en el examen y me las dijo. Luego se fue. Quizá fue una extraña e indirecta forma de hacer trampa, pero me salvo el pellejo.

Si no fuera porque a mi compañero lo veo deambular por los pasillos de la U, pensaría que es un ángel y tuve algún tipo de aparición.

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