Las cartas de mi hermana...



Cuando tenía como onces años, me fui a la Ligua de vacaciones con mi hermana, a la casa de una tía; Allá la extrovertida de mi hermana se puso a pololear con un tipo que la llevaba como por diez años. No recuerdo mucho el episodio, sólo que él era el almacenero del local más cercano, bien lejos para los hábitos urbanos y a la distancia necesaria, para que mi tía, quien estaba a cargo de nuestra integridad por esos días, no se diera cuenta de lo estaba pasando.

Para la suerte de mi hermana, que ha sido bastante si lo analizamos detalladamente; Cuando mi tía notó lo que estaba sucediendo tomó la decisión más sana y no le prohibio salir con el tipo, más que mal lo prohibido atrae más, y ella andaba con la onda de ser “cool” ya que tenía a una adolescente a su cargo y al parecer estaba experimentando con hermana los comportamientos que algún día tendría que tener con sus hijos; Así que sólo le advirtió que se portara bien, eso supongo tenía que ver con mantenerse entera y en ciertos estados; Habló con él y les permitió salir más allá del ya mencionado almacén.

Y ahí estaba mi hermana de salidas nocturnas con toque de queda, pasando gran parte del día en el almacén del amor, mientras yo andaba toda cochina jugando a los detectives con mi primo; Y mi prima, que siempre fue más “delicada” que yo, se enojaba porque se había quedado sin maestra de maquillaje y moda, y nosotros éramos demasiados brutos para jugar con ella.

Pero el verano se acabó, para mi suerte, que extrañaba mi casa, a mi santa madre y ya la tierra empezaba a parecer parte de mi piel; Y para la tristeza de mi hermana, que estaba viviendo algo así como su primera relación formal. Y nos vinimos a Santiago, a hacer la vida habitual. No sé si mi mamá se molestó cuando se entero del romance de mi hermana, supongo que no o recordaría el griterío; Quizá le tranquilizó el hecho que el tipo estaba bien lejos y que mi tía lo conociera de toda la vida.

El romance no terminó con el verano; Y a pesar de los pocos medios comunicativos con los que contaban, ya que ninguno tenía celular, ni teléfono fijo y el msn era algo que aún no sabíamos que existía; Siguieron en contacto. Al más puro estilo de los romances medievales se escribían cartas, se enviaban pétalos de rosas, hojas de árboles, papeles de colores y a veces ella iba allá a verlo; No sé cuánto tiempo estuvieron así, un año o dos; Quizá más… La memoria me falla, además se debe tomar en cuenta que esta no es mi historia y soy algo así como un narrador testigo.

En ese tiempo no dimensionaba el romanticismo de esta historia, yo veía a mi hermana viendo al cartero como si fuera un ángel; encerrándose a leer aquellas cartas, atesorando esa pila de papeles como si fueran diamantes y mostrando como trofeos los detalles que él le enviaba; Mi mamá la molestaba diciéndole que ya le había escrito el abuelo y yo, yo no sé que hacía; Ir al colegio, mirar las teleseries con mi madre, comer los postres que hacía mi hermana en la escuela, soñar con alguna extraña aventura, mirar Ranma, jugar con mis perras y quizá burlarme de mi hermana, cantarle alguna canción con cartas y ser sarcástica, reflexionando bien poco sobre la situación amorosa de ella.

Pero con los años he notado que este episodio fue bien romántico, digno de una novela de Corín Tellado, aunque quizá faltò que los padres de la joven pusieran más resistencia y ella a su corta edad tuviera que luchar contra los dogmas de la sociedad, quizá así a ella le hubiese sabido más a amor eterno y destino perpetuo.

Pero este amor no fue eterno, se terminó repentinamente, con frialdades y quizá hasta con deslealtades; Y de las cartas ni rastros.




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