V. Para leer...

Nosotras

-¿Te has fijado que ellos, los otros, lo están contagiando todo?- Interrogó Ana rompiendo el silencio, miraba por la ventana, con su habitual taza de café en la mano. Estaba en un departamento espacioso, blanco, en el cuarto piso, la vista daba a un hermoso parque - Lo peor – prosiguió - Es que ellas, las otras, los están imitando en todo. Y ya no sé si soy de “las otras” o de las de “nosotras”.

Susana, algo desconcertada, dejó a un lado su periódico. Ella siempre al día, como cada mañana se informaba de las atrocidades del día anterior, leyendo de vez en cuando alguna bella noticia.

-No entendí muy bien- declaró Susana reteniendo su primera impresión: “Suenas como una loca”

-Sí, ellos, los otros, los que gobiernan el mundo ¿Te has fijado que ellas, las otras, en ese intento desmedido de superarlos, los imitan?

-¿Te refieres a los hombres?- Pregunta poniéndose de pie y acercándose a su amiga.

-Sí, a ellos, a los otros, a los prácticos.

Susana dudo, su amiga, quién vivía con ella desde hace un par de meses, desde tiempos inmemorables había sido indescifrable, metafórica, casi abstracta, ilusa.

-De tanta lucha se nos está olvidando la esencia –prosiguió Ana- Ellas, las otras, las que los imitan; estudian, trabajan, pero lo hacen sin esencia, como máquinas, compiten, destruyen; No como nosotras, nosotras somos distintas, somos seres que amamos, adictas al cariño, a los abrazos. Ellas, las otras, lo ven como defecto, debilidad, se están convirtiendo en clones de ellos, de los otros.

…Para ellas, las otras, sentir se volvió delito.

Susana pensó en llamar al psiquiatra; Ana ya había pasado por un episodio similar, donde las palabras se volvieron un torrente de críticos lamentos y la pena la agarró tanto que intento dejar de existir. Quiso preguntarle si había tomado sus píldoras, pero pensó que era similar a declararla loca.

-¿No crees que es muy alto el precio que hay que pagar por un espacio? El pragmatismo lo está dominando todo, nos estamos dejando de ver como personas, para vernos como prácticas y eficaces máquinas, y la raíz de este fenómeno es que las mujeres dejaron de llevar su rol.

-¿Cuál? ¿El de ser nanas en su propia casa?- Interrogó Susana dejando salir a la mujer moderna que era.

-No, el de criar a sus hijos.

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Nosotras, como nos llamaba Ana lo entendíamos…

Viajábamos a los confines de la historia, nuestra historia, cuándo el cariño comenzó a ser sinónimo de dependencia y la dependencia se decretó pecado. Ahí viajamos, cuando de a poco fuimos construyendo armaduras, grandes y fuertes armaduras, impenetrables, para cambiar la historia, para cambiar el mundo, para cambiar la vida.

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-Estamos igual de jodidas que antes, sólo cambiamos el delantal y la cocina por computadores y desamores- Declaró Ana.

-Estas siendo injusta.

-Quizá, pero a ellos, a los otros, también los jodimos, los dejamos sin madres, sin esa primera figura realmente femenina, amorosa, protectora… y sin aquello que ellos buscaban en nosotras, aquello que no poseen en abundancia, los dejamos sin… nuestra esencia…

Nosotras, como nos llamaba Ana lo entendíamos…

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Este cuento lo cree hace tiempo, más de un año, ahora sólo lo transcribí intentando recordar qué tenía metido entre las entrañas en ese instante, qué teoría desequilibra rondaba en mi cabeza. Algo me gusto de este escrito, que no quise que se perdiera entre los papeles, proyectos de cuentos, apilados en mi pieza que de a poco van siendo olvidados.

2 comentarios:

J.L.Ramos dijo...

Guau!!!

Solo puedo decir...

Guau!!!

Bueno, podría decir "cachilupi", pero es mejor guau!!!

Unknown dijo...

matriarcal y patriarcal... tambien ideas de gente importante como tú.
Siempre seras famosa, al menos para mi, grandes idea dentro de esa cabeza loca.
Que nada te detenga.