Antigua hipótesis


Hoy salí con una amiga, vi a un montón de escolares y me entró la más grande envidia, sobretodo cuando me toco presenciar a niños acompañados por sus madres; A veces recuerdo claramente mi época de pequeña colegiala, con los cachos y la permanente idea de jugar, bellos recuerdoa,igual no fue tan lindo, era una desadaptada empecinada, y aunque en los primeros años no me pesaba, luego si lo hizo.

Antes tenía la hipótesis que las personas, a medida que crecen, piensan que todo tiempo pasado fue mejor: “cuando yo era niña era más feliz”, recuerdan; “mi juventud fue alegre y adrenalinica, que la pase bien, me gustaría volver a esa edad”; “cuando era soltero no me estresaba tanto”; “cuando mi esposo vivía no estaba tan sola”… y así en quejas, como si la vida fuera empeorando. Quizá es así, pero supongo que también a medida que crecemos nuestra capacidad para ver el vaso medio vacío va aumentando.

Mi hipótesis apuntaba a que las personas simplemente no tenían memoria, y es que por más que se diga que las personas recordamos más lo malo que lo bueno, como que no se tiene la capacidad de recordar que en tiempos pasados también la pasamos mal y que salimos a flote, que el tropiezo de hoy no es el primero, ni el mortal, ni el último, es otro, uno nuevo y quizás más grande, que parece más grande porque se está viviendo en el ahora, ya las penas pasadas no nos pesan tanto porque están en el recuerdo, ya no raspan, por eso las de hoy parecen más grande, porque es hoy cuando hieren y parecen gigantes, pero estas penas también serán un recuerdo y cuando pasen los años nos referiremos, la mayoría de nosotros, a esta época como una de las buenas de la vida, porque justamente ya no la estamos viviendo.

En realidad está hipótesis mía ya no sé si la comparto, quizá se aplica a algunos casos, quería recordarla para ver si me espanto el pesimismo, aunque a veces la misma hipótesis parece pesimista. En realidad tenía conclusiones más positivas, que en este preciso momento no sé bien como explicar.

A veces la vida pesa, a veces el pasado pesa, las perdidas pesan, extraño ponerme uniforme, tener buenas notas, caminar al colegio, dar la hora en clases, el entrar siempre a la misma hora, estar siempre en la misma sala, el no estresarme tanto, en especial extraño a los amigos, esos que quedaron en el camino, que cambiaron, yo también lo hice, extraño a la leal compañera de banco que me acompañaba hasta a el baño, esa que presto el hombro cuando me entró el complejo de protagonista de novela rosa y derrame unas lágrimas por lo que aún me niego a llamar amor, extraño las simarras avisadas y el escaparme del colegio, extraño esa seguridad de pertenecer a la niñez, a los menores de edad, de que hasta las leyes te respalden que alguien tiene que responder por ti.

He perdido tanto, vivencias y por sobre todo personas…

Extraño tantas “cosas” que ya no están y ya no volverán, tantas que no alcanzo a nombrar y que en el momento en que estaban, existían, entre el espacio y el tiempo no vi, no valoré y me asusta la idea de pasármela así, añorando el pasado sin darme cuenta de lo que existe en este preciso momento.

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