La feminista que llevo dentro...

Digamos que en cierto grado fui criada por la tele; Cómo gran parte de mi generación, y es que comprendo a mi madre, total no hacia ningún daño pasando horas frente a aquel aparato, mientras ella intentaba controlar a mi hermana y llevar una casa. Lo curioso es que a mi corta edad, 4 o 5 años que es de dónde recuerdo, dado que estaba vetado por el credo de mi madre el ver algunas caricaturas o series que estaban dirigidas al público del que yo era parte; Me dedicaba a ver películas, dramas o comedias, que no incluían ni magia, ni escenas muy violentas, ni mucho menos sexo. Así que por lo general veía heroínas, gente que luchaba desde los recónditos parajes de la esclavitud, pobreza, discriminación, etc. Y gracias a una vida de lucha alcanzaban algo, sus sueños; Lo que calo profundo en mi alma supongo.

También estaba las lindas tontas y las feas inteligentes; A mis cortos 5 años determiné que se podía ser una de las dos opciones, o linda tonta o fea inteligente, no había más; Y decidí ser inteligente, a pesar del precio, que para mí no era mucho, ser linda no era una cualidad; Nunca se me ocurrió que se podía ser linda e inteligente. Así que mientras en la adolescencia la gente de mi edad andaba maquillándose, buscando la ropa que mejor le quedara, con la que más mostrara, yo andaba en los recónditos rincones de mi mente imaginando historias que esperaba algún día llevar a papel y a las mentes de otras personas.

Pero ese tipo de inmunización hacia la “belleza” física, me llegó hasta que llegué a un nuevo colegio, donde de sopetón me atrajo un compañero. Puse resistencia, en realidad yo no quería ni ser como un personaje de novela rosa, ni seguir los cánones de bellezas. Pero luego de una crisis existencial y algunas desilusiones descubrí que a ratos la vida era más fácil para la gente que se veía mejor, y que ser linda no iba en contra de la inteligencia, no siempre al menos.

Así que sucumbí al sistema, a mis 16 años comencé a hacer dieta, y fui tremendamente estricta. Además me corte el pelo y me empezó a importar lo que me ponía; menos que al común de la gente, pero mucho más que antes.

Digamos que iniciada la dieta, no se acrecentó la idea de la conquista, yo podía ser alguien sano, comiendo sano, pero nunca me volvería una “persigue chicos”, o románticona, esa parte me la tenía vetada; Así que él pasó a ser un recuerdo, aunque luego reapareció en mi vida haciendo estragos…

El asunto es que ese inicio en el mundo de seguir los cánones de belleza, me comenzó a martirizar y es que después de como cuatro meses haciendo dieta, me fui alejando de a poco del plan de alimentación y cuidados, y empecé a ser yo de nuevo, descuidada y golosa; Y aún cuando no subí los kilos bajados, seguía no respondiendo a los cánones de belleza, y ahí estaba yo, con algo más de un metro y medio de altura, medio gordita; con la idea esporádica de hacer dieta y ejercicio y verme medio parecido a las chicas en bikini de la tele. Pero ahí estaba mi otra parte, feminista y rebelde, gritándome ¡No! No tienes porque responder a cánones poco sanos, impuestos por un mercado consumista y poco humano; Impuesto por gente superficial… Y mis ideas de dietas caían, sucumbía a la crisis existencial; Porque a pesar de querer lucir linda y sexy, la feminista que llevo dentro estaba de acuerdo con comer helado de chocolate y su discurso sonaba más inteligente que de la que quería usar bikini.

Así que así paso, a veces escuchando a la que quiere usar bikini y proponiéndome estrictos planes para ponerme en forma, y luego crisis, porque la feminista me grita que tanto esfuerzo por algo tan banal no vale la pena.

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