El hogar

Sara creció en el campo, rodeada de mujeres, de afecto. Emigro a Santiago para estudiar, pero era esa una época de rebeliones, de sueños y luchas, esa época de inicio de los 70’. Se encontró con un sueño, con una lucha y con un amor, un personaje de esos idílico y poético, pero tenía un gran defecto, no le cabía en el cuerpo el concepto de la fidelidad; Se lo advirtió y ella quizá hasta lo acepto.

Pero luego en el país la idea, o mejor dicho el sueño, de que por primera vez los pobres ya no ocuparan ese puesto tan ingrato, se cayó a fuerza de armas. Quienes luchaban por ese sueño debieron esconderse. Ellos, Sara y su novio, también se escondieron, juntos. Pero un día cuando Sara volvía a su casa lo sorprendió con una “amiga” en su cama; Cerró la puerta y se fue, tomo el tren y volvió al campo, a su casa, donde su madre, su abuela y sus tías la rodearon de cariño, confort. Volvió al hogar.

Este es un personaje de “Nosotras que nos queremos tanto”, de Marcela Serrano.

Me hace pensar en que al final, muchos de nosotros lo que conservamos, al menos en la juventud y la vida adulta, es el hogar materno, ese que nos vio crecer, que nos protegió, porque a pesar de cualquier empresa que se emprenda, sea académica, política, laboral, romántica o la que sea, siempre, en muchas vidas, existe la posibilidad de volver al hogar…

Y eso por ahora me hace sentir agradecida.

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