Freak historia, comandante conejo (parte I)

Un domingo, en Febrero, estaba de ociosa en mi casa, con ganas de ir a ver un documental: “La revolución de los pingüinos”, en el festival de cine de la UC, era la última vez que lo daban y pensaba en a quién pedirle que me acompañara, por alguna extraña razón, se lo pedí a mi madre, que para mi sorpresa me dijo que no, me enoje, por pura rabiosa sospecho y porque quizá en ese instante estaba pasando por alguna crisis que ya no recuerdo. Así que fui sola, me puse a escuchar algún rock bullicioso de camino, mientras pensaba en a cuántas madres le gustaría que sus hijos la incluyeran en algún panorama dominguero, y que ella, rulosa y somnolienta, rechazaba; luego me sentí medio triste por poseer una vida social poco invasiva.

De llegada a la Alameda con Santa Rosa me compre un barquillo en uno de los pocos negocios abiertos y camine la distancia que hay hasta el centro de extensión de la UC. Me gusta caminar ese trecho los domingos, tan vacío, fresco y con aire casi antiguo. Llegue antes y tuve la posibilidad de elegir el asiento. Mientras sentía que le hacia caso a mi esencia perna y cultural, una parte de mi me decía que debía buscarme una vida más fiestera y beber melón con vino en alguna plaza, poco caso le hice; me sentía bien, abstemica, vestida de niña y a punto de ver un documental, disfrutando de la tarde, escapando del calor y del ocio, esperando con algo de ansias una historia que me interesa.

El documental trataba de la revolución que llevaron a cabo los secundarios en el 2006, contaba las peripecias de los “protagonistas” y los hechos, desde una perspectiva bastante izquierdista sospecho, lo cual sinceramente no me molestó. Durante el transcurso del documental, los entrevistados eran la Maria José, ultra conocida por su participación en el mencionado hecho y el “comandante conejo”, Juan Carlos Herrera, a quién, cuando lo veía por la TV por esos años no me llamó la atención, y que hasta a pesar de mis cargos de conciencia, llegué a pensar que era medio feito. Pero que ahora por alguna extraña razón, quizá el que se viera revolucionario, izquierdista, y extremadamente inteligente, me conquistó.

Me suele suceder que los tipos inteligentes me atraen, esos que parecieran saber de lo que hablan y que por alguna extraña razón llego a pensar que en verdad si lo saben, y argumentan sobre sus declaraciones o son capaces de explicarme algo extremadamente complicado o transmitirme algún tipo de filosofía, me cautivan, la inteligencia se vuelve afrodisíaco, y si a eso usted le agrega “revolución”, me tiene a sus pies… Y si es valiente, llegó a quedar sin celebro yo para seguirlo.

Sospecho que este “comandante” me robo el corazón justo a sus diecisiete años, cuando en el congreso, se paro ante los senadores, las cámaras y el que tuviera presente y se les enfrento, dijo algo que consideré cierto, que ahora no recuerdo bien, pero que tendrá que ver con que en realidad ellos estaban haciendo nada para mejorar la educación; le creí y lo consideré extremadamente inteligente, rebelde, valiente.

Así que salí de la sala de cine con frustración, por el hecho de que las autoridades en verdad no dejaron que las cosas cambiaran mucho, y sólo le cambiaron el nombre a la misma vaina; Pero también iba con la certeza de que tenía un nuevo amor platónico, y me imagine en el sur “acrecentando” colegios, cuando de improviso llegaba él, con su valentía he inteligencia, con su marcada tendencia izquierdista, tan cual Che Guevara y me decía que participara en un proyecto con él, que juntos cambiaríamos el mundo… Bien ñoña mi fantasía lo sé, pero eso fue lo que pensé de camino a una iglesia que esta en el centro, mientras el calor del día estaba dando tregua.

Dentro de la iglesia, una que está en Estado, me senté y pensé en la vida, mientras intentaba que la fe se me contagiara por la simple presencia, me maravillé con la arquitectura de ese tipo de santuario y la paz que entrega, descansé y de alguna forma extraña rece y me fui por un chocolate artesanal, mientras dejaba en la banca de reserva a mi recién adquirido amor platónico.


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