Fe




Creo que hay muchas incógnitas en el universo; muchos por qué sin respuesta, sin sentidos flotando en el aire; Y alguno seres intentando darle sentido a todo, creencias que dejan las preguntas asombrosamente respondidas o delegadas a la fe, sólo confía no analices.

Nací en la parte del mundo donde la mayor parte de la gente es cristiana, donde un Dios único y todo poderoso rige el mundo, con amor y a ratos con severidad, donde un libro santo lo describe perdonador y castigador.

Creo que intenté dejar de creer en Dios en un tiempo en que el corazón se me rompió, mal momento supongo, porque el dolor era grande por una ilusión despedazada y por el padecimiento de dejar atrás aquello en que había sostenido mi vida, la fe.

Creo que el intento de ser atea, independiente, inteligente e individuo me duró un par de días; Decidí creer y me sume al gran grupo que busca a Dios; Creí encontrarlo en un grupo bíblico -por algo me habrá tocado nacer en este hemisferio, pensé- Creo que me gusto ese grupo de gente llena de reglas, de cantos y abrazos, sobrios pero efusivos, cristianos, creyentes; El problema no fue la gente, ni las reglas, ni los cantos, ni el largo viaje al “Templo”; Fue el enmarcar a Dios, el libro santo, el que el Señor fuera guerrero y pacificador, enjuiciador y perdonador… Que el resto del mundo, de las religiones, de los creyentes estuvieran equivocados y en la vida pagana, porque les tocó nacer al otro hemisferio del planeta y no importaba el amor que demostraban, la devoción o los sacrificios, estaban destinados al infierno si es que los cristianos no los evangelizaban…

Entonces desistí.

Pero Dios siguió ocupando un gran lugar en mi mente, y en mi corazón; Yo no sé cómo vivir sin esta “loca” idea de la fe, de creer en ese Ente superior, desconocido y familiar, amado y a ratos temido, comprendido y mayormente incomprendido.

Siguen las preguntas en el aire; la vida parece llena de sorpresas, de sinsentidos, de incógnitas, de misterios; Un día decidí creer en Dios quizá por conveniencia, porque me gusta saberme escuchada en las oraciones, o en los diálogos eternos de mi mente a ratos indomables; Porque me gusta que una sabiduría superior tenga la última palabra y tenga motivos para hacer o permitir hechos; Me gusta creer que un Ente que nos ama a todos, que nos cuida.

Quizá fue por conveniencia, porque me gusta vivir en un mundo regido por un algo misterioso y maravilloso, sueños e ilusiones dirán muchos, pero también es porque me parece más inverosímil que ese gran Ser no exista; Por que la idea del universo construido por una serie de sucesos aleatorios no me calza; porque el que el mundo se haya creado por más sucesos aleatorios no me calza; porque el que la vida se diera por otro montón de sucesos aleatorios tampoco me calza; Y principalmente, porque no me calza que la capacidad de sentir se haya creado solamente por una serie de sucesos aleatorios.

Y además están los milagros; Grandes milagros.

Gracias Señor.




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Foto: http://anisypimienta.blogspot.com

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