Un pequeño en agonía

Hay un libro de Marcela Serrano: “Lo que está en mi corazón” en donde se narra un episodio que me llama mucho la atención, ahí está Camila, la protagonista, en Chiapas caminando hacía el lugar donde fue atropellada su nueva amiga, “Reina Isabel”, por estar involucrada en toda esa maraña política, social y humana de la revolución zapatista. Camila se encuentra cerca de un templo dedicado a San Cristóbal, ella agobiada por la pena se pregunta donde estaba el Santo mientras su amiga vivía un intento de asesinato. Recuerdo que mientras leía le contesté a aquella mujer agobiada, inventiva de Serrano-“en el intento”- le dije, ahí estaba la divinidad, haciendo que la mujer soportara aquel vehículo pasándole encima y concibiendo que justo una mujer viera el incidente para que aquellos quienes cometían el horrendo crimen huyeran, y llamara a una ambulancia. Camila contestó, de otra forma, adjudicándole al Santo algún tipo de ceguera y que por aquella ceguera no merecía ningún templo.

Ayer mientras lavaba la loza y escuchaba las noticias, me asaltó la misma pregunta que a Camila, en otro tono, involucrando a otra divinidad, a un Dios sin nombre; con las manos jabonosas me acerqué a la tele a escuchar una de las noticias que más me ha conmocionado: un pequeño llamado Igor murió abandonado en su hogar, sólo, bajo una cama y aferrado a un pedazo de pan.

Así murió un pequeño de un año y medio, en Iquique. La autopsia dice que el hambre, la sed y los problemas respiratorios que lo tenían afectado hace semanas terminaron con su vida. Un ataque de epilepsia mató a su madre el 29 de noviembre pasado en plena vía pública. Llegó como NN a la morgue y tras 15 días nadie se interesó en saber quién era. Nadie apuró trámites, nadie la reclamó. Por eso nadie supo tampoco que mientras Teresa Salazar era ingresada a una bóveda sin registro, su bebé moría de inanición y abandono. Varios vecinos escucharon al niño llorar por las noches desde el interior de la vivienda ubicada en Algarrobos 3848. Pero nadie hizo nada…

Luego salió la presidenta, no escuché muy bien lo que dijo, mi mente estaba ida, se notaba molesta y triste, fue lo que noté y como yo me sentía en ese instante “¿Dónde estaba Dios en ese momento?...” Cuando Igor moría lentamente…

Una respuesta irónica llego a mi cabeza, donde mismo está cuando las personas se vuelven monstruos y se asesinan a sangre fría, por mandato de otros o por algo tan estúpido como el dinero, donde está mientras niños mueren de hambre en otros países a la vista de un cielo lejano y a veces cercano, donde mismo está mientras el mundo se va a la mierda, por el escusado de un universo extenso y a veces maldito.

Me quede pensando en Igor, llorando, llorando y pidiendo auxilio en ese idioma de los que aún no dominan el habla, sin que nadie lo socorriera, me pregunto a dónde hemos llegado ¿Dónde estaba el resto de la familia? ¿Dónde estaba el papá, la abuela, las tías? ¿En qué estaban los vecinos que a pesar de oír su llanto no acudieron?

¿Dónde estaba Dios? Ya no está en el intento, ni en el casi, ni en último momento, algo malo paso, de esos “algos” horrendos, donde las palabras no logran describir lo horrible, lo cruel.

Siempre pienso en Dios y en cierta forma lo culpo, tengo una extraña política de no culpar, de intentar ver el problema desde la raíz, desde la esencia y en ese afán de ver a las personas como el producto de un trato social y a la sociedad como el producto de la historia y a la historia como el producto de la creación, no puedo evitar culpar al ser Supremo y sentirme mísera por ese acto, llena de miedo por el hecho de alguna forma retar al Todopoderoso.

Me descubro llena de miedos y el instinto le hace un corte a la mente, no pienses que es peligroso.

Entonces esa parte conciliadora que ha evitado que vea a Dios como un ser despreciable o que me vuelva atea, me dice que hay algo que no veo, que no tengo todas las respuestas, que Dios dio señales, le puso el llanto al pequeño, pero no fueron capaces de socorrerlo, esto te está enseñando Claudia, esto le debería enseñar a mucha gente a prestar la mano cuando se le solicita, esto no es culpa de Dios, es responsabilidad de un todo identificable, de un todo que tiene que aprender a decir nunca más, para que los errores de hoy no se vuelvan a repetir mañana.

2 comentarios:

Mauro dijo...

A veces, el horror existe para que sepamos valolar lo bello de la vida y nos centremos en lo esencial.
Un abrazo y gracias por tu visita.

Natho47 dijo...

Igor es la expresión del individualismo d enuestra sociedad y de los niveles a los que estamos llegando.