Estimado señor V:
(Esta es una carta larga, así que vaya por un tesito).
El otro día cumplí 31, vino a verme mi hermana y mis
sobrino, charlamos, nos reímos y sobre comimos en una modesta, pero muy cálida
celebración. También algunas amigas me
escribieron afectuosos mensajes, sacando a relucir mis mejores aspectos,
profundizando en las luchas y el camino espiritual, dándome fuerzas y diciendo
que confían en mí, que me quieren mucho. Supongo que las amigas me miran con
cariño y algo de indulgencia, porque no soy tan buena como me describieron ni
me dedico tanto a la construcción espiritual, así que en cierta forma me sentí un
poco “fraude” (quizá estoy siendo un poco dura con migo misma), de todas formas
fue un día en que sentí el corazón llenito, es curioso, después de tanta agua
pasada bajo el puente, me pregunto cómo antes no valoraba tanto como ahora el
amor y el afecto que me rodea, hay gente maravillosa a mi alrededor, antes lo sabía
y lo apreciaba, pero ahora es de una forma más profunda, me llena el corazón
cuando lo pienso o lo contemplo.
Me acordé de usted y de la felicitación del año pasado, me
acuerdo que cuando cumplí 30 vino mi hermana con mis sobrinos, antes de venir a
mi casa me junté con una chica en el metro para que me vendiera una torta
vegana, mientras la esperaba recibí su mensaje de felicitaciones, me sorprendió
un poco, casi no hablábamos en esa época, lo agradecí y lo recibí con cariño,
me quedé pensando en ese saludo mientras esperaba, tomando la precaución de no
pasarme “rollos”. Por alguna extraña razón, quizá ego, esperaba un saludo de su
parte este año, no lo pensé durante ese día, pero si antes y ahora.
Hace un tiempo me tuve que enfrentar a la oscuridad. Supongo
que fue uno de esos golpes (acumulaciones) de la vida en que uno simplemente
cae, se desploma; mientras estaba en ese estado, y tenía ganas inmensas de
desaparecer, recordaba que han habido épocas en que me he sentido bien con la
vida misma a pesar de las “incomodidades” (sospecho esos tiempos coinciden con
los periodos que más me he dedicado a la construcción espiritual); tenía claro
y aún lo tengo que no se trata de las circunstancias, sino de cómo somos
nosotros, cómo nos construimos; se trata de “ponernos pantuflas y no esperar
que el mundo esté alfombrado”. Entre toda esa pena y la oscuridad me acordaba
de una frase que alguna vez usted publicó en su muro, decía que para alcanzar
la luz, primero hay que enfrentar la propia oscuridad; me imaginaba haciendo
eso, enfrentando la oscuridad; aunque quizá de una forma no muy heroica, ni
fuerte, porque más me sentía como un ser sucumbido que cualquier otra cosa,
pero me resguardé en la idea que quizá de todo eso saldría algo bueno, algo así
como una Clo más paciente, más sabia, que se detuviera en ese movimiento de “inercia”
en el que se había introducido de andar haciendo las cosas mal. Me dije este es
el momento de detenerme, lamerme las heridas, pedir ayuda, refugiarme en los
que me quieren y en lo que creo y he dejado tanto de lado.
Creo que continúo en el comienzo del camino, aunque bastante
repuesta, ya no me siento como un ser un sucumbido, quizá un poco “coja”, pero
que tiene ganas de avanzar y hacer de esa “cojera” un caminar con
estilo (como alguna vez alguien me aconsejó)… Antes; hace años cuando me
enfrenté a un golpe de aquellos de la vida y sentía que cojeaba, estaba
enojada, detestaba la idea de tener que hacerle frente a la pobreza y a la orfandad;
y me enrabiaba, entristecía y frustraba lo injusto que parecía todo; pero ahora
mi mirada es más amable. Creo que no vale la pena quedarse en el enojo,
centrarse en las pésimas decisiones pasadas o en lo injusta que parece la vida,
porque no hay forma de cambiar el pasado (ni de alfombrar el mundo), sospecho
que lo más sano y fructífero es centrarse justo en el aquí y en el ahora,
aprender de los errores y trabajar en no cometer los mismos; tener paciencia (y
confianza en la Vida)… Trabajar en el actuar “correcto”, ponerse pantuflas (construirlas)
y vivir con compasión; compasión con otros, con uno mismo, con todo.
Seguido pienso en Chocobuda y su afirmación de que el camino
largo siempre es el más seguro. A veces también lo creo y disminuye la ansiedad
cuando me entran las ganas que todo pase pronto.
Hablando de Chocobuda, él me ha dicho que deje de pensar
tanto en mí y piense en los demás.
Esa es una ardua tarea, me he pasado los últimos años
pensando mucho en mí: ¿dónde vivo?, ¿en qué trabajo?, ¿con quién salgo?, ¿cuál
es la mejor forma de gastar mi dinero?, ¿cómo le hago para vivir bien?, ¿cómo
le hago para mejorar mis relaciones?, ¿cómo le hago para tener más y mejores
amigos?, ¿cómo le hago para poder salir de vacaciones?, ¿cómo le hago para
tener novio?, ¿qué hago para…? Y así en una secuencia medio eterna de preguntas
que se centraban en mi propio “bienestar” (y no digo que esté mal ocuparse en
el propio bienestar, sólo que quizá he exagerado o me he equivocado en la
formulación de las preguntas). Infiero que cambiar ese tipo de pensamientos y
preguntas es un camino largo, así que un paso a la vez; por ahora trabajo en pensar más en la gente
que quiero, como mi hermana, mis sobrinos, los amigos. Preguntarles más seguido
cómo están, invitarlos más seguido a tomar tesito, tener conversaciones más
profundas con ellos, decirles más seguido que los quiero, buscar más seguido
formas de hacerlos sonreír.
A veces también pienso en usted, me pregunto qué será de
usted, desapareció de una forma abrupta de mi vida, supongo que yo ayudé
bastante para que aquello sucediera eso, ojalá le hubiéramos hecho más caso a
Chocobuda y la premisa hubiera sido seguir el camino más largo, quizá las cosas
hubieran terminado mejor… Esto, el “hubiera” no es muy budista, las cosas son
y ya (¡Atención al presente!).
Ojalá esté bien, a veces me preocupa, me dan ganas de
preguntarle cómo está, qué ha sido de su vida, cómo está su familia, cómo le
fue en el examen de título, si volvió a correr, si se siente bien. Pero
prefiero no hacerlo, supongo que usted decidió dejar de comunicarse con migo
porque tenía sus razones y se las respeto, además supongo que es mejor así, las
cosas no salieron muy bien la última vez.
Ojalá esté bien, ojalá sus pantuflas sean maravillosas y las
incomodidades de la vida no lo perturben, ojalá esté rodeado de afecto y lo perciba,
lo valore y su corazón esté llenito. Ojalá esté contento y en paz y sea la
mejor versión de usted mismo.
Un abrazo grande.
Clo que ahora tiene 31, más de los 30 de cuando me insinúo
que era solterona…
(Ese fue un chascarro, me pregunté –medio sorprendida y con risa- cómo
alguien que se supone intenta “conquistarme” me dice solterona; es curioso, pero no me importa, me gustaría tener
un buen compañero, pero no creo que haya que “apurar” u “obligar” aquello; creo
que es más importante construirse y calzar unas buenas pantuflas, al final si el
vacío es la forma y la forma es el vacío… todo es como lo mismo, nosotros,
usted y yo somos uno con el todo, parte del todo, de la forma y del vacío y el
todo es nuestro compañero, la soledad-soltería no es más que una ilusión).
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