Volviendo al camino

El sábado, cuando la Andreita se despidió, me dio un abrazo afectuoso y me dijo al oído “vuelve a meditar” y “cambia el celular”.

Debo volver al camino, me salí casi sin darme cuenta, “me llamó el lado oscuro” (expresión exagerada aparte), supongo que me distraje y perdí la concentración y gran parte de lo avanzado en la práctica.

Es curioso como la meditación, el andar concentrado en aprender y vivir el camino medio sí causa efectos en cómo nos tomamos la vida, los afectos y las circunstancias. Yo estaba vislumbrando el vivir sin aferrarse, dejando fluir y con espacios cada vez más grandes de vivir completamente el presente.

Dejé la práctica casi de a poquito y al igual que supongo pasa con el ejercicio físico lo “fortalecido” se “debilitó”; mi calma habitual (o practicada gracias a mi tendencia a no reaccionar de manera inmediata) se vio completamente doblegada y reaccioné de una forma completamente violenta, violenta como se reacciona ante un enemigo cuando no se tiene paciencia.

Al que le he contado este triste episodio me dice que me comprende, que al final reaccioné ante la circunstancias… los amigos son benévolos.

Por mi parte creo que estuve mal, esa noche, los días después y desde antes, me equivoqué profundamente y la equivocación mayor fue dejar la práctica, dejar de cultivar la meditación y el camino medio.

Mis amigos son benévolos y trabajo por tratarme como una amiga afectuosa, trabajo en perdonarme, en dejar la culpa atrás y en rearmarme.

Pienso en que en el Tíbet ni siquiera existe una palabra para la culpa, pienso en los grandes principios y conceptos, como la compasión, la bondad, la honestidad, la disciplina y el amor (y no es del amor romántico, sino en el amor).

Debo volver a meditar y seguir el camino medio.

Y cambiar el celular si se vuelve necesario.

Gassho.


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